Avances de investigación
Erotismo en tiempos de algoritmos: problemas y experiencias en el archivo y las colecciones digitales
Resumen: El presente trabajo reflexiona sobre el lugar del archivo respecto de las formas de coleccionar, pensar y reconstruir el derrotero del erotismo en Argentina. El artículo se ubica en una investigación más extensa sobre los vínculos entre el consumo cultural del cine protagonizado por Isabel Sarli y la cultura de masas en la segunda mitad del siglo XX. El objetivo es explorar las particularidades en las prácticas y las estrategias relacionadas con la búsqueda, la identificación y la accesibilidad de registros provenientes de archivos institucionales y de origen digital. Las dictaduras militares de los años sesenta y setenta emplearon las nociones de “obscenidad”, “pornografía” e “inmoralidad” para construir el orden autoritario y represivo a nivel social, cultural y político. Atendiendo a estos condicionantes históricos, se interrogan las lógicas del archivo, la materialidad de los registros, los recaudos metodológicos y los agentes sociales implicados en el proceso. Con base en el trabajo de campo realizado en diferentes acervos, ubicados en lugares físicos y digitales, se nutre y dialoga con un campo de investigación preocupado por las nociones, implicancias y transformaciones futuras de esas figuraciones del archivo en términos de las agendas historiográficas y la incorporación de tecnologías al trabajo de la investigación. Se observa que existen dificultades para sortear respecto de los criterios para resguardar y ordenar y que éstos obedecen a imaginarios y sentidos de clasificación social y cultural. Se concluye que el archivo como “momento”, proceso y lugar se encuentra atravesando mutaciones que involucran la producción, la posesión y la protección de documentación que impactan en las formas de interpretación histórica, en la atención a nuevos temas y problemas y en los procesos de investigación en ciencias sociales y las humanidades.
Palabras clave: Erotismo, Archivo digitales, Investigación social, Fuentes de Información, Acceso a la información.
Eroticism in times of algorithms: problems and experiences in archive and digital collections
Abstract: This work reflects on the role of the archive in relation to ways of collecting, thinking, and reconstructing the trajectory of eroticism in Argentina. The article is part of a broader research project on the connections between the cultural consumption of films starring Isabel Sarli and mass culture in the second half of the 20th century. The objective is to explore the particularities in practices and strategies related to the search, identification, and accessibility of records from institutional and digital archives. The military dictatorships of the 1960s and 1970s employed notions of “obscenity,” “pornography,” and “morality” to construct an authoritarian and repressive order at the social, cultural, and political levels. Considering these historical conditions, the logic of the archive, the materiality of the records, the methodological precautions, and the social agents involved in the process are examined. Based on fieldwork conducted in various collections, located in both physical and digital spaces, this study engages with a research field concerned with the notions, implications, and future transformations of these representations of the archive in terms of historiographical agendas and the incorporation of technologies into research work. It is observed that there are difficulties in navigating the criteria for safeguarding and organizing, and that these criteria respond to imaginaries and senses of social and cultural classification. It concludes that the archive, as a “moment,” process, and place, is undergoing mutations that involve the production, possession, and protection of documentation, impacting the ways of historical interpretation and addressing new themes and problems.
Keywords: Eroticism, Digital Archive, Social Research, Information Sources, Information Access.
1. Introducción
En los primeros meses de 2021, efectuamos una búsqueda bibliográfica y documental sobre nuestro tema de investigación en un reconocido sitio web de compra-venta online de Argentina. Nos interesaban los cambios y las continuidades en el consumo cultural del cine protagonizado por Isabel Sarli (1936-2019). El foco estaba en la difusión, circulación y apropiación de su figura bajo distintos formatos tecnológicos en el marco de los ciclos autoritarios y democráticos de la segunda mitad del siglo XX.
Ante la imposibilidad de acceder a los repositorios (bibliotecas, archivos, centros de información y documentación) por la pandemia de Covid-19, optamos por redirigir los esfuerzos a alternativas acordes al contexto. Los resultados obtenidos nos animaron a continuar la investigación en momentos de incertidumbre y distanciamiento físico. Nos topamos con personas que publicaban y tasaban por su cuenta libros, publicaciones, fotografías, películas, discos, libretos musicales y posters a determinados precios. Mediante algoritmos informáticos, el propio sitio nos arrojó objetos “similares”. Nuestra primera consideración fue presuponer que difícilmente estuvieran disponibles en los acervos convencionales (instituciones de carácter estatal), dada la censura durante los sesenta y los setenta.
Entre 1958 y 1981, Sarli había trabajado y producido películas cuyos nudos argumentales exaltaban el desnudo femenino y el deseo sexual. Estas producciones tensionaban la orientación cultural y política, mayoritariamente influenciada por el catolicismo, de los gobiernos democráticos y de facto del período. El carácter explícito de la puesta en escena y la visión moralista y paternalista sobre el sexo y las pautas de género de las distintas administraciones los convirtieron en objeto de censura estatal. Los instrumentos normativos empleados por jueces, policías y funcionarios para controlar, sancionar y prohibir fueron las figuras de “obscenidad”, “inmoralidad” y “pornografía”. El delito por “exhibición obscena” formaba parte del Código Penal desde 1926, pero no fue invocado hasta tres décadas más tarde. Su vaguedad semántica fue adquiriendo consistencia a medida que la represión social, cultural y sexual se agudizaba. Estos términos permearon la cultura de masas para diseminarse en la prensa gráfica y en la percepción social más general.
El heterogéneo caudal de registros nos obligó a considerar varias cuestiones ligadas al origen y la adquisición de fuentes primarias, así como a revisar las dimensiones y las presunciones iniciales de la investigación. Conforme la restricción social y la apertura de espacios físicos se flexibilizaba, la ruta de la investigación adquirió contornos y derivas más clásicas: consultas con archivistas, referencistas y bibliotecarios/as, confección de un listado con sitios a los que acudir a recolectar información, y revisión, clasificación y sistematización de lo relevado. Sin embargo, la experiencia digital inicial nos impulsó a cotejar distintas bases de datos para, al menos, abandonar la “compra” de fuentes como opción. Para nuestra sorpresa, la incipiente digitalización de publicaciones eróticas y la preservación y la donación personalizada a instituciones públicas, la conservación y el almacenamiento privado de colecciones, la aparición de nuevos fondos y la presencia irregular y discontinuada en repositorios, que es lo que nos interesa en este artículo, nos condujo a sopesar la posibilidad de combinar fuentes de distinto origen (físico, digitalizado y nacido digital) y con procesamientos diferentes.
¿Cómo conviven y se relacionan diferentes modalidades de preservación y presentación de archivos? ¿Cómo interpelan a la práctica y al oficio de investigación? ¿Hasta qué punto los elementos de circulación digital modifican la percepción sobre la “legitimidad” y “admisibilidad” de preservación de ciertos objetos y registros? ¿Con qué palabras y mecanismos se nominan, catalogan y ponen a disposición materiales sexualmente explícitos? Inspiradas en estas preguntas, las páginas que siguen constituyen reflexiones iniciales, sin pretensión de exhaustividad, con el objetivo de indagar los recaudos metodológicos, los modos y las prácticas a partir de la búsqueda, el relevamiento, la sistematización y el análisis de registros y huellas del pasado en torno al fenómeno cultural del erotismo. Solo de manera reciente lo “erótico”, lo “inmoral”, lo “obsceno” se convirtieron en preocupaciones historiográficas (Tortorici, 2020; Tortorici & Fernández Galeano, 2023).
El artículo sostiene que, por un lado, el archivo ocupa un papel destacado en la delimitación y la construcción teórica de nuestro objeto y que el espectro de lo digital -como naturaleza, condición y práctica- altera, pero no reemplaza, las formas de pensar la producción, la circulación, el manejo y la accesibilidad de los documentos y la información. El trabajo se propone aportar al entendimiento que los distintos niveles en lo digital producen para el ámbito de la investigación y el ejercicio del pensamiento histórico, particularmente ligados a la construcción de un corpus documental. Por otro lado, aspiramos a plantear y esbozar algunos problemas referidos al trabajo y al contacto con esos objetos digitales (nacidos o convertidos) en relación con lo “erótico” para enhebrar una visión más amplia de lo sexual en clave histórica.
El trabajo se encuentra organizado en tres apartados. En el primero revisamos y nos situamos en los aportes del denominado “giro archivístico” en las ciencias sociales y su contrapartida digital. Este último alude a la incorporación y la sofisticación de herramientas de origen informático en el proceso de creación de datos. Seguidamente, ahondamos en las implicancias metodológicas del uso de aquellas técnicas a la hora de navegar, encontrar, confeccionar y construir archivos y bases de datos. Por último, exploramos y analizamos una instancia de trabajo que corresponde a nuestra investigación doctoral en curso. Así se procura articular los análisis precedentes y reflexionar acerca de las características, las lógicas y los sentidos que rodean a un “archivo erótico”.
2. Marco teórico. Giro archivístico y las “humanidades digitales”
Para asumir los desafíos de una historia sociocultural del erotismo en Argentina, nos situamos en el cruce de los debates sobre los alcances y los límites de las herramientas digitales para el quehacer historiográfico-su reconfiguración y la vigilancia epistemológica de quien investiga- en el siglo XXI. De acuerdo a Darío Pulfer (2022), las sociedades contemporáneas están atravesando momentos transicionales como resultado de lo digital y las innovaciones tecnológicas.
En esta dirección, Lila Caimari (2017) problematiza y recurre a su experiencia como historiadora en los archivos en tanto reflexión mayor sobre las mutaciones y las exigencias que atraviesan las prácticas en las ciencias sociales. La atención sobre la producción, preservación y disponibilidad de archivos, en parte, reposa en el conjunto de operaciones de distinta naturaleza y en lo que lo digital ha sido el aspecto más saliente. El “momento archivo” permea y alcanza los cimientos de las disciplinas humanísticas y sociales en torno a los vínculos, los límites, los mecanismos y la cognoscibilidad entre “archivo”, “conocimiento” e “investigador/a” (Caimari, 2020).
En la actualidad, estamos asistiendo a un escenario de sustantivas, pero aún incipientes, alteraciones respecto de qué, cómo y bajo qué medios se investiga. Desde la apertura o el hallazgo de documentos “ocultos” pasando por la cotidianeidad de quienes consultan en los recovecos de bibliotecas, centros y asociaciones. Lo que el polvo era para el historiador británico Carolyn Steedman (2002), un componente constitutivo de las vicisitudes que caracterizan el trabajo con y en el archivo, en la actualidad se solapan con otros fenómenos emergentes: ¿del polvo al pixel y los megabytes? Al ejercicio “sucio”, demandante y febril de buscar en espacios cerrados se le presentan resultados instantáneos e inmediatos que, a fuerza de un click, maximizan el tiempo y los esfuerzos físicos para alcanzarlos. Así, opera una situación, no exenta de dilemas e introspecciones, alrededor de la progresiva combinación entre instrumentos informáticos y la redefinición del acceso a documentos de distinta naturaleza que gana terreno entre los y las investigaciones.
Con la sofisticación tecnológica, los efectos y las lógicas que anidan en las relaciones entre lo digital (aquello que nace bajo ese signo, así como lo que es convertido) y el plano presencial, artesanal y metódico de la producción científica en ciencias sociales resuena en los ámbitos académicos institucionales. Frente a las potencialidades prácticas referidas anteriormente-tiempo, movilidad y ordenamiento- emergen consideraciones acerca del oficio del investigador y de quien hace historia, pero también sobre las implicancias humanas de la tecnología (Pons, 2013). Enfocándonos en lo primero, Nicolás Quiroga (2018 y 2022) ha realizado una serie de trabajos orientados a esclarecer varios elementos y aspectos concernientes al aparente cisma que se traza entre lo digital y lo convencional en materia de investigación. Por un lado, hasta qué punto los artefactos y las técnicas informáticas penetran la cotidianeidad del oficio de la historia y trastocan los supuestos que ordenan a la profesión (tiempo, lugar y origen de la evidencia). Por otro lado, cuántas de las destrezas que se forjan alrededor de la visita a archivos y la consulta material transmutan y ajustan en lo digital. De acuerdo a Quiroga, ninguno de los dos mecanismos es más o menos “legítimo” ya que ambos poseen sus opacidades e inestabilidades respecto de la preservación y el almacenamiento de la información. Sin una mirada crítica sobre lo digital corremos el riesgo de suplantar un esencialismo documental -la “verdad” tangible de los registros-por una materialidad incuestionable de lo que se aloja, nace y proviene de Internet. Al sopesar las virtudes y las dificultades que rodean a los objetos cuyos soportes son físicos y luego digitalizados y aquellos que son de origen digital, argumentos en torno a la “abundancia” y la “escasez”, a la multiplicación de hallazgos, al tiempo necesario para inspeccionarlos y procesarlos, a la creación de corpus determinados o la circulación masiva cuyos orígenes no conocemos suelen esgrimirse para favorecer o desalentar el uso y la combinación de diferentes métodos (Brügger, 2018; Mulligan, 2019).
Al hilo de estas cuestiones, el historiador español Anaclet Pons (2011) refiere a los alcances y los límites de la llamada “historia digital” en tanto quienes la practican, la rehúyen o la incorporan a su disciplina se encuentran impregnados y mediados por la tecnología. Esta autoconciencia que traza el autor es productiva en tanto abona a una cavilación colectiva sobre hasta qué punto lo digital es una preocupación genuina en el ámbito de las ciencias sociales y las humanidades a nivel global. Así, la pregunta por la “historicidad de los métodos historiográficos” pone bajo la lupa las condiciones actuales de producción de conocimiento en clave de una historia social de las prácticas (Pons, 2011, p. 42).
Pasajera o no, la “tendencia” alrededor de lo digital no agota los obstáculos y las contingencias que la práctica in situ, con sus respectivas tecnologías (foto, música, libro, diario, revista, carta), despierta en la reconstrucción del pasado. A este respecto, un signo de nuestro tiempo es la convivencia entre archivos mosaico y archivos navegados, obligando a revisar los alcances y los límites de lo digital (Caimari, 2017). En la base de todas las innovaciones técnicas, tecnológicas y digitales que son propias del presente siglo se encuentra la utopía del “archivo propio”, de carácter individual, “liberado” de ataduras institucionales y escindida, mayoritariamente, de lógicas colectivas. Sin embargo, conviene recordar que cualquier indagación y búsqueda parte de presunciones y conjeturas, de preguntas y problemas, y que requieren sopesar sobre la complejidad de los procesos históricos en una sociedad signada por lo digital (Pulfer, 2022).
El futuro de la escritura y la investigación en ciencias sociales supone trazar consideraciones y vigilancias sobre el origen, la disponibilidad y la “objetividad” en la urdimbre empírica en base a su naturaleza digital. En parte, nos referimos a ejes como la escala, temporalidad, espacialidad, originalidad del tema, y búsqueda, jerarquización y fundamentación de la elección de fuentes primarias. Sin en un principio la historia digitaltensiona la pregunta por la condición “objetiva” en la construcción del objeto de conocimiento dado que el acceso abierto y la disponibilidad iluminarían el proceso total y no las decisiones particulares de quien lo edifica.
3. Metodología: repositorios entre lo físico, lo digital y lo nacido online
¿Puede ser Internet una puerta de entrada “fiable” para la comprensión del pasado? ¿Cómo y quién proporciona la información? ¿Cómo llegamos hasta ella? ¿Qué tan “abierta” es la red? Estos interrogantes constituyeron un nudo recurrente cuando utilizamos expresiones y formatos de web archives (Winters, 2020) en el proceso de investigación. Esa disponibilidad online, no siempre estable ni transparente, abarca un amplio espectro de temas, períodos y soportes gracias a los esfuerzos de algunas instituciones estatales y privadas, así como de otras iniciativas no exclusivamente ubicadas en Argentina. En este último espacio incluimos a las redes sociales y otros proyectos como Archive.org. Al problema de la amplitud que caracteriza a los repositorios digitales de distinta índole, se le añade la dimensión colaborativa que predomina, con excepción de colecciones digitalizadas por bibliotecas, ministerios y otras instituciones, en la creación y la disponibilidad de los materiales. Esto acarrea la dificultad de conocer quién digitaliza, confecciona, clasifica y otorga acceso a determinados registros a expensas de otros, especialmente en épocas de algoritmos.
La existencia e incorporación de instrumentos técnicos a la práctica del investigador/a no es novedosa en tanto cotidianamente hacemos uso de procesadores de textos y cámaras para registrar fuentes. Esto no se limita al ejercicio de escritura, sino también a la mediación en términos de la composición y la concepción del archivo del cual abreva. Por tanto, las nociones y los usos de lo digital signan y redefinen los alcances vinculados a su naturaleza: desde softwares que clasifican, ordenan y establecen correlaciones hasta acervos nacidos y alojados online. Cada una de estas modalidades demanda determinados precauciones metodológicas y abordajes diferentes a los que se aplican para documentos consultados de manera presencial, de origen físico, en bibliotecas.
Cuanto más problematizamos la instrumentalización de registros alojados en las ambiguas y desconocidas fronteras de la web,más consideraciones hay que desarrollar y “vigilar” en aras de poder valernos como constructores de conocimiento. Ciertamente, salvedades merecen ser planteadas puesto que la usabilidad de acervos digitales responde a las preguntas de quien accede a ellos. Aquello que parece naturalmente dado por la web porque está “disponible” es modificado y reutilizado en función de aquellas.
Una experiencia que se desprende de nuestro trabajo es pensar si el sitio Mercado Libre (ML) reúne las características de los repositorios físicos, si podemos barajar a las redes sociales como opción. Un factor relevante que ambas dinámicas comparten es la incidencia de algoritmos que, lejos de ser inocuos, trazan y presentan rutas de acceso, visibilidad y similitud a determinados objetos que rastreamos. Mientras que aquellas posibilitan acopiar, aunque de manera desordenada, datos y jirones del pasado bajo el formato digital, el primero aparecería menos estable puesto que está sujeto a la demanda de ciertos bienes y la capacidad adquisitiva de comprarlos. Como abordaremos en el próximo apartado, esta página, junto con otras, es una puerta de entrada a prácticas, objetos y sociabilidades que se complementan con opciones más tradicionales de entender al archivo.
Dentro del universo de colecciones digitalizadas, en los últimos años diferentes iniciativas institucionales emergieron con la finalidad de recuperar y preservar diferentes materiales. De manera constante, nuestra investigación ha hecho uso de ellas. Por un lado, el proyecto denominado “Archivo Histórico de Revistas Argentinas” (AHIRA) impulsado por distintos investigadores/as con perspectiva interdisciplinaria.1 Destinado a almacenar, contextualizar y poner a disposición un conjunto de revistas nacionales sobre temas sociales, culturales y políticas del siglo XX. Por el otro, la digitalización de fondos personales, archivos de redacción, fotografías y publicaciones a cargo de la Biblioteca Nacional y el área de colecciones y archivos particulares.2 Dichos catálogos nos permitieron no sólo cruzar y contrastar con la documentación recabada de manera presencial en bibliotecas, sino evidenciar los orígenes y los modos de circulación de materiales digitalizados. El contacto con diferentes texturas de lo digital y lo material, dan cuenta de la combinación de lo textual con lo visual y las opacidades históricas que configuran su producción.
En un plano opuesto, dos ejemplos resultaron relevantes en la búsqueda, elaboración y acceso de fuentes primarias. A riesgo de una avalancha de resultados, pusimos a prueba las destrezas del mundo digital en otra búsqueda relacionada con la figura de Sarli. Arribamos a dos webs archives de aspecto diferente con ligeras semejanzas. Sin ofrecer la documentación digital bajo algún tipo de soporte, Mágicas Ruinas es un sitio online que ofrece un catálogo ecléctico de noticias, avisos publicitarios, tapas, posters, cobertura mediática y referencias históricas sobre personajes y acontecimientos nacionales e internacionales, entre otros vestigios. Su particularidad reside en la reposición de los contextos de producción (fecha, año, mes y nombre de la publicación) y en la configuración de un ecosistema digital basado en la transcripción, digitalización y captura de fotos de revistas de tirada local, preservado tanto en un sitio web como en una página de Facebook.3 En conjunto, accedemos a materiales parcelados gracias a la intermediación humana e informática que, no obstante, funge como una base de datos orientativa para adentrarse en un vasto universo de temas, espacios, sujetos y tiempos.
Por su parte, el sitio web Archive.org se define como una “librería de internet sin fines de lucro” y se ajusta a algunas de las características observadas por Winters (2020) respecto del rol que Internet tiene tanto como potencial reservorio como fenómeno comunicacional y tecnológico en los albores del siglo XXI.4 Dicho esto, es un sitio colaborativo, polifónico, en el que las personas pueden subir y compartir distintos materiales. El único requisito es su disponibilidad digital. Asimismo, es posible hallar perteneciente a institucionales reconocidas internacionalmente, facilitando el acceso con indicaciones sencillas. Por caso, una fracción digitalizada de la revista argentina Radiolandia está alojada allí en tanto replica el esfuerzo realizado por la Biblioteca Nacional de Argentina en su propio sitio web.
En suma, ambos espacios ponen a disposición enormes cantidades de datos que no necesariamente cumplen con los atributos fundantes de los archivos institucionales físicos: no es explícito el manejo y la manipulación de los materiales, quiénes son sus autores digitales y escasean referencias históricas sobre su producción material. Además, nos demandan la posesión de un lenguaje y una lógica propia del internet que puede rivalizar o complementarse con sus equivalentes presenciales.
Respecto de las redes sociales, la historiadora argentina Silvana Ferreyra (2022) sugiere observar las redes sociales no sólo como canteras para aludir y estudiar el pasado, sino como parte de los fenómenos ligados a sus usos políticos y sociales clave contemporánea. Su trabajo en torno a las conexiones y a la pervivencia de ciertos sentidos y representaciones en torno al Peronismo en clave actual contribuye a problematizar la densidad de los procesos históricos más allá de sus escenarios de origen. Valiéndose de Facebook, Débora Garazi (2023) se interroga sobre cómo los grupos creados en torno a determinados temas pueden oficiar de prácticas de la memoria tanto a nivel colectivo como individual dada la interacción que surge de dichas comunidades. De este modo, las lógicas que configuran a espacios como Twitter o Facebook, en principio, están estrechamente vinculadas a la interacción y al flujo de una conversación incorpórea que ocurre en simultáneo y en yuxtaposición a nosotros/as. Se hace imperativo, entonces, conocer, dimensionar y manejar los presupuestos que subyacen al funcionamiento de las redes sociales ya que sin ellos los y las investigadores perderían de vista qué están buscando y qué tipos de conocimiento quieren generar (Noiret, 2018).
En nuestra experiencia con personas agrupadas con motivo de su admiración por la figura de Sarli, no sólo ocurre lo estudiado por Ferreyra (2022) y Garazi (2023), sino que también se configura un tipo de web archive, es decir, como importantes reservorios que contienen diferentes tipos de objetos (mediados o nacidos de manera digital), conversaciones textuales y modos de contactar a quienes comparten o interactúan con otros/as usuarias del mismo grupo. Si bien las fotografías y las publicaciones funcionaron como puertas de entrada a estos grupos de fans, nuestro interés consistió en identificar su potencialidad como testimonios históricos y acceder a otras dimensiones no previstas por nuestra investigación al inicio del proceso. El coleccionismo amateur realizado por admirados nucleados en redes sociales (grupos, perfiles, páginas) son instancias relevantes para repensar quiénes y cómo se construye la información sobre pasado desde una mirada social y política (De Kosnik, 2016).
Al contrario de Facebook, la red social Twitter posee un diseño más individualizado en la que predominan publicaciones realizadas o por individuos (con seudónimos y nombres reales) o entidades privadas y públicas que pueden representar agencias gubernamentales como iniciativas particulares. A modo exploratorio, realizamos la misma operación narrada en la introducción y los resultados fueron heterogéneos. Por una parte, estaban publicaciones centradas en recordar el natalicio y el fallecimiento de la actriz por parte de entidades gremiales, periodistas y usuarios. Por otra, la circulación de videos e imágenes que remitían a entrevistas, fragmentos censurados de las películas, digitalización en formato VHS, posters, avisos publicitarios y recortes de prensa nacional e internacional. Aunque nuestro foco no estaba colocado en las respuestas o réplicas que otros/as usuarios/as o perfiles podían realizar, sí se observa que los comentarios tendían a enriquecer la conversación con más datos o con el relato de sus experiencias en el consumo de su figura. Mientras la mayoría no contaba con la fecha exacta de su producción, otros alojaban el material en páginas web propias o comerciales (Youtube).
En síntesis, el conjunto de autores y aristas analizadas coinciden en las potencialidades y retos que el mundo y los artilugios digitales e informáticos presentan para la reconstrucción del pasado. En este sentido, se destaca el rol de quien investiga en la explicitación de los mecanismos y decisiones que conducen a su utilización. De este modo, el horizonte común que atraviesa las diferentes expresiones y versiones de los web archives radica en no delegar ni transferir a las herramientas, plataformas y productores/as de materiales digitales la facultad de decisión última sobre las preguntas e inquietudes que ordenan a nuestras investigaciones.
3.1 Un archivo (im)propio
En este punto, las cuestiones planteadas conducen a considerar qué, cómo y cuáles nociones de “archivo” se aplican o ajustan para estudiar las conexiones, los límites y los alcances entre cultura de masas y sexualidad en Buenos Aires durante la segunda mitad del siglo XX. En particular, aquellas que conciernen a las modalidades y acciones alrededor del consumo cultural del erotismo, es decir, al repertorio de representaciones estéticas, políticas, prácticas y soportes bajo los cuales se masifica y mercantiliza un tipo de erotismo heterosexual. ¿Qué tipo de repositorio podría alojar vestigios para responder y dilucidar estas inquietudes? ¿Bajo qué circuitos y prácticas se pueden recolectar, preservar y crear archivos? ¿Qué estatuto tendría un acervo de esta naturaleza? ¿Qué hacer con estas fuentes?
Si el camino hacia nuestro archivo propio se originó a partir de una búsqueda azarosa, su gestación y paulatino crecimiento es resultado de una práctica collage que combina diferentes soportes e instancias de recolección de la información. A día de hoy, el universo de publicaciones, recortes de diarios y revistas, libros, películas, publicidades que conforman nuestra base documental se nutre de los métodos convencionales, por caso, concurrir al archivo físico, redactar notas o fichas, registrar las ausencias y los descubrimientos y tomar fotos. Pero también hay solapamiento con técnicas informáticas propias y externas. De cualquier modo, el oficio de investigar el pasado, cuando este presente sea pretérito, supone reconocer que las formas de construir lo social admiten muchos soportes y formatos (Pons, 2013).
La condición desordenada y dispersa del erotismo en Argentina está conectada, en parte, a las diferentes formas de regulación respecto de la producción de mercancías culturales, a la vez que formas subterráneas, ilícitas, de producir, circular y consumir productos de este tipo. Esto obliga a quienes hacemos historia a cruzar y darle sentido a informaciones fragmentadas, de origen no siempre conocido (avisos publicitarios, crónicas y reseñas, y fotografías) (Cuarterolo, 2015).
Las indagaciones académicas acerca de las formas de control, prohibición y confiscación de materiales calificados como “obscenos” señalan a los años sesenta el apogeo de creación, difusión y censura de aquellos a mano de diferencias agencias estatales (D’Antonio & Eidelman, 2019; Eidelman, 2015) en el marco de dictaduras encuadras en la Doctrina de Seguridad Nacional (D’Antonio, 2019; Manzano, 2015). A su vez, estas acciones son interpretadas como una época de intensa moralización del espacio público, cuyos focos fueron la “juventud” y las disidencias sexuales (Manzano, 2006; Simonetto, 2016).
Ninguna de las revistas censuradas ha sido preservada en los archivos tradicionales nacionales (Archivo General de la Nación,5 Biblioteca Nacional,6 y Biblioteca del Congreso).7 Su existencia nos llega a través de diferentes registros producidos por la Comisión de Impresos, de la otrora Municipalidad de Buenos Aires, y la Policía Federal. Gracias a la revisión y el relevamiento de actas y boletines, se ha podido sistematizar y cuantificar la cantidad de publicaciones locales e internacionales (revistas, diarios y libros) que circulaban en Buenos Aires. De manera mensual, la Comisión calificaba y confiscaba entre 20 a 40 revistas. Apoyada en inspectores municipales y oficiales de la policía, la órbita municipal participaba de un entramado de funcionarios, agencias estatales y organizaciones católicas dedicadas a evaluar la pertinencia y el peligro “moral” de productos escritos, visuales y audiovisuales. El conjunto de información relevada y procesada condujo a reflexionar sobre qué representaciones y sentidos de lo erótico, junto con los eufemismos empleados para denominarlo “obsceno”, “inmoral” y “pornográfico”, existían a finales de los años cincuenta y los sesenta.
Si las connotaciones peyorativas empleadas para denominar y delimitar un campo de acción son una puerta de acceso, entonces parecería plausible que el único horizonte a historizar sea el de las lógicas, prácticas y lenguajes codificados por las mismas fuerzas que las interpelan. A contrapelo de esta interpretación, Caimari (2017, p. 73) sostiene que “por supuesto que transformar esos documentos en “fuentes”, construir con ellos un archivo para la investigación, es una operación riesgosa y marcada por los problemas metodológicos que plantean los sesgos de las instituciones productoras”.
En este sentido, sortear los “sesgos” de los archivos y problematizar las modalidades de funcionamiento y circulación de los documentos en determinados repositorios abonaría reconocer otras dinámicas que subyacen en él. La conjunción de sombra “ilícita” y “criminal” y la “ausencia” se cierne sobre materiales impresos pone en manifiesto cómo las diferentes maneras de coleccionar, vincularse e interactuar con aquellos (Tortorici, 2020). En otras palabras, el contacto, el acceso, el descubrimiento, la interpretación y la aparición de registros documentales de distinta índole permite problematizar y articular nuevas perspectivas de estudio, con objetos emparentados o no con los nuestros, capaces de poner en cuestión miradas instaladas sobre determinados grupos o sujetos e interrogar el rol que los archivos o repositorios desempeñan o no en la desestabilización del documento escrito como única fuente legítima (Bauer, Pappademos, Sutton & Tucker, 2022).
Pese a la extendida ausencia en los repositorios aludidos, nuestra sistematización y la documentación revisada proporcionó algunos indicios para indagar e intentar reconstruir este mercado cultural que, coetáneamente, se vinculaba con nuestro referente empírico. Se adoptaron varias estrategias simultáneas: la búsqueda en páginas web nacionales, identificación de locales dedicados a la venta de “antiguos” y consultas personalizadas a bibliotecarios/as y archivistas.
Inicialmente decidimos adentrarnos en la inasible red virtual y probar con el sitio de compra venta argentino Mercado Libre (ML). Luego de registrarnos y crear una cuenta, colocamos los nombres de varias publicaciones impresas anticipando una posible decepción. No obstante, la devolución fue satisfactoria dado que o aparecían de inmediato en la pantalla a modo de lista o exigían una depuración a partir de los filtros del propio sitio. Entre ellos, el que se corresponde a “Revistas”, “Libros”, “Películas”, “Antigüedades” y “Adultos”. El objeto a vender no es de origen digital, pero sí su llegada a él, y quienes se dedican a ello son personas particulares que ofrecen, a precios estipulados por ellos/as, un lote más amplio, y más oneroso, o piezas individuales de acuerdo a la demanda.
En términos metodológicos, esta primera clasificación que ML realiza ha de tenerse en consideración cuando las tecnologías de información se utilizan como complementos a prácticas consistentes con la recolección personal en archivos. Entre la ingente cantidad de información arrojada era posible hallar lo buscado, haciendo uso de los filtros propuestos. Pese a ello, la manera más directa y sencilla de adquirir estos objetos era ingresando a “Adultos”. Que revistas producidas y circuladas entre las décadas del cincuenta y los años ochenta sean alojadas bajo aquel rótulo constituye una cuestión central para entender los cambios y las continuidades respecto de las connotaciones “eróticas” y “obscenas”. Estos términos también funcionaron como motores de búsqueda puesto que son vocablos aún presentes y, además, porque las personas que venden estos objetos o fueron sus consumidores, revendedores o los hallaron como parte de un archivo familiar legado por un pariente.
Estas informaciones muchas veces fueron infidencias realizadas por los propios vendedores/as de ML cuando respondían las consultas en el mismo sitio web o se contactaban por privado a través del Whatsapp. En esta dirección, la comunicación por esta mensajería instantánea no solo acercaba a los/as vendedoras, sino que prolongaban el proceso de compra de otros objetos conexos, proponiendo la reducción de precios o sumando otras publicaciones al envío pautado.
La conjunción de elementos analizados y descritos dejan entrever a los contrapuntos y las vinculaciones que existen entre las colecciones privadas y los archivos institucionalizados. En consonancia con la propuesta de Tortorici (2020) en torno a la preservación y la posibilidad de una historia de la erótica en México, solo a través de una excavación y yuxtaposición de archivos, espacios (plazas, mercados, sitios web) y agentes privados (coleccionistas, iniciativas no estatales), denominándolos popular archive, es posible rastrear y recomponer los jirones dispersos. Aunque inicialmente “descartados” por los primeros, películas en VHS, posters, postales y publicaciones de la segunda mitad del siglo XX que abarcan o tematizan contenido sexualmente explícito han sido en su mayoría donadas, de manera incompleta, y en proceso de digitalización; algunas se alojan en colecciones privadas y diferentes páginas de Internet (Youtube, Twitter, Facebook, Archive y ML) y otras en puestos de feria y locales (Parque Rivadavia, Parque Centenario, Librerías de usados) dedicados a venta de “antigüedades”.
Entre los efectos más tangibles del “giro digital” se encuentran el acceso remoto a colecciones y catálogos digitales en Internet, la combinación de técnicas escritas (toma de notas en cuaderno y el uso de artefactos tecnológicos-cámaras de fotos-), y la mediación de los algoritmos como brújulas de búsqueda. Con base a los apartados precedentes, han irrumpido proyectos tendientes garantizar visibilidad y acceso a documentos o bien inaccesibles, recuperados o desempolvados. Ello supone la conversación de materiales impresos devenidos digitales y disponibles en los catálogos web de las instituciones encargadas de estas tareas. Aunque en materia de documentos y objetos parcial o completamente explícitos resta mucho concretar, los esfuerzos por recopilar, conservar y digitalizar a nivel local poseen diferentes propósitos y lógicas. En particular, nos referimos a la Biblioteca y al Proyecto Sexo y Revolución, alojado en el Centro de Estudios de las Izquierdas (CeDINCi),8 el fondo de redacción del Archivo Crónica y publicaciones pertenecientes al fenómeno del Destape en la década del ochenta, como SexHumor y Eroticon (Manzano, 2019; Milanesio, 2021).
De manera similar a las iniciativas estudiadas por Tortoric (2020), en Argentina existe un “Museo del Erotismo” dedicado a resguardar y exhibir diferentes objetos con contenido sexual, provenientes del exterior y producidos en Argentina”. De acuerdo a su fundador y principal impulsor, Eduardo Oreinstein, es un “museo no reconocido por las autoridades porteñas, que sobrevive a base de donaciones y del boca en boca”.9 El museo posee un sitio web para que sus visitantes recorran y conozcan diferentes expresiones del erotismo y la pornografía “rioplatense”: fotografías, historietas, películas, juguetes de plástico y madera, posters, revistas y postales.10
Respecto a lo expuesto, se puede entonces acordar que el “archivo propio” de los/as investigadoras es resultado de las múltiples vías, destrezas y prácticas orientadas a construir un corpus de trabajo individual. En este caso, nuestro archivo (im)propio ensambla vestigios cuyos orígenes a veces no son del todo claros. En efecto, bajo esta caracterización se articulan procedimientos más o menos legítimos acerca de cómo crear y constituir reservorios cuyas preocupaciones no siempre han sintonizado con las instituciones estatales. Además, entronca con el estatuto del archivo, la legitimidad epistémica de su objeto y los fenómenos históricos que nos permite conocer y problematizar. En este proceso, procuramos que la reflexividad académica en torno al archivo prevalezca y oriente cada movimiento tendiente a consultar, adquirir, ordenar, clasificar e interpretar los materiales empleados. En la era de la abundancia de datos, de proliferación de espacios para crear, compartir y replicar información, ¿es el mundo digital una vía para democratizar el pasado de cara al futuro?
A modo de cierre
La irrupción de herramientas informáticas en el campo de las ciencias sociales y las humanidades plantea un desafío sobre el proceso de elaboración y análisis de datos. Aunque asociado a la actividad bibliotecológica y a instituciones específicas, el archivo es una elaboración de quienes hacemos investigación a partir de un determinado conjunto de inquietudes.
La interrogación sobre archivo hace emerger las investiduras y los mecanismos referidos a múltiples procesos de participación y exclusión de objetos y procesos. De este modo, el archivo atraviesa una transformación. Su apariencia como “fuente” se traslada a la cuestión de tema y sujeto de la indagación misma. A lo largo del trabajo hemos considerado cómo las modalidades, las lógicas y las decisiones involucradas en él permiten arrojar indicios sobre su propia historicidad y la posibilidad de historizar distintos aspectos del pasado.
El estudio del consumo cultural del erotismo en Argentina a partir de la figura de Sarli pone de manifiesto los cambios, reparos y potencialidades sobre los acervos que nacen o se convierten en productos digitales. Nos referimos al espectro de instrumentos, instancias y agentes que intervienen en la interpretación y acceso a materiales de distinta naturaleza. La ubicuidad del Internet en la vida cotidiana del siglo xxi vuelve ineludible la reflexión sobre los modos de registrar, capturar y participar del pasado. Lejos de ser inocua, invita a revisar qué historias, acontecimientos y agentes son incluidos y excluidos de la distintos contextos y circunstancias.
La construcción del objeto erótico está signada por estas operaciones y gestos. En muchos casos, la viabilidad de nuestra investigación estuvo condicionada por los modos de entender y clasificar episodios, circunstancias, hechos y agentes como “legítimos” en rechazo a otros que no lo son. Hemos puesto de manifiesto cómo las ausencias se transforman en presencias gracias a una reformulación del acto de conservar y del archivo como gesto social, cultural y político. Al insistir sobre un fenómeno sociocultural considerado banal y trivial, pareciera no ser pertinente la realización de una pesquisa. Frente al vacío y la condición dispersa de la documentación, el Internet o los web archive funcionaron como guías y repositorios no exentos de arbitrariedad y problemas.
Por un lado, suponen una alteración del proceso “artesanal” que caracteriza el trabajo de las ciencias sociales. Si la cámara de foto es un objeto cotidiano en la captura y el registro de hallazgos, no menos relevante es reconocer cómo afecta a la construcción e interpretación de datos. Por otro lado, la rapidez e instantaneidad en el acceso y consulta de materiales. El tiempo y la presencia física en bibliotecas y archivos se modifica por completo. El crecimiento de sitios web, grupos y redes sociales pone bajo la lupa el funcionamiento de las instituciones tradicionalmente encargadas de conversar documentación. Las políticas archivísticas y el financiamiento para adquirir insumos y aumentar el catálogo son solamente algunas cuestiones a considerar.
En Argentina, raramente ha quedado preservado material catalogado como “censurable” y “moralmente objetable” por fuera del ámbito policial, jurídico y médico. La represión y el autoritarismo también se resguarda en el deseo de suprimir. En cuanto a Sarli, distintas comunidades de fanáticos/as y sitios web fueron una alternativa complementaria a lo relevado presencialmente en archivos tradicionales. No obstante, sostenemos que la sistematización, interpretación y análisis de datos constituye un proceso siempre abierto a cambios. La presencia de herramientas del mundo digital no reemplaza aquellas técnicas “artesanales”, sino que las tensiona en aras de complejizar nuestra mirada sobre el pasado, su constitución y acceso.
Distintas líneas de análisis quedan pendientes de ser investigadas, como las que respondan sobre de qué manera el mundo digital favorece una democratización del conocimiento y la difusión pública de documentos. En este punto, resultará necesario profundizar sobre la idea del Internet como una comunidad archivística “informal” en tránsito hacia una mayor formalización gracias a la participación de diversos agentes e instituciones académicas. Finalmente, también es relevante ahondar en las implicancias que tiene todo esto para repensar procesos históricos y sociales más extensos.
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Notas
Recepción: 02 Mayo 2024
Aprobación: 22 Agosto 2024
Publicación: 01 Abril 2025