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El Boletín de la Biblioteca Pública de la Provincia de Buenos Aires: un instrumento estratégico de gestión y exhibición (1899-1905)
Resumen: Se elabora una caracterización del Boletín de la Biblioteca Pública de la Provincia de Buenos Aires, editado entre 1899 y 1905 por Luis Ricardo Fors en el marco de sus funciones como director de la biblioteca situada en La Plata. Se parte de una breve inscripción del órgano periódico en el campo revisteril decimonónico para, luego, poner la mirada sobre los aspectos materiales y de contenido que configuraron su identidad. A modo de conclusión, se sostiene que el Boletín se constituyó como un hito en la historia institucional del espacio bibliotecario y en la historia de la bibliotecología argentina como disciplina en emergencia. En paralelo, se argumenta que Fors hizo un empleo estratégico de este dispositivo, tanto en términos institucionales como personales.
Palabras clave: Boletín de la Biblioteca Pública de la Provincia de Buenos Aires, Historia de las bibliotecas, Luis Ricardo Fors, Bibliotecología, La Plata, Argentina.
The Bulletin of the Public Library of the Province of Buenos Aires: a strategic management and exhibition instrument (1899-1905)
Abstract: A characterization is made of the Bulletin of the Public Library of the Province of Buenos Aires, edited between 1899 and 1905 by Luis Ricardo Fors as director of the Library located in La Plata. It starts from a brief inscription of the periodical organ in the field of magazines from the late 19th century and early 20th century to then look at the material and content aspects that shaped its identity. In conclusion, it is argued that the Bulletin was established as a milestone in the institutional history of the Library and in the Argentine library history science as an emerging discipline. In parallel, it is argued that Fors made strategic use of this device, both in institutional and personal terms.
Keywords: Bulletin of the Public Library of the Province of Buenos Aires, History of libraries, Luis Ricardo Fors, Library science, La Plata, Argentina.
1. Introducción
La transitada historia de fundación de la ciudad de La Plata y de despliegue de un proyecto funcional al desarrollo de una cultura científica en el territorio desértico de las Lomas de Ensenada conduce, forzosamente, a poner la mirada sobre tres instituciones identificadas en el período de entresiglos XIX y XX como “pilares del pensamiento ilustrado finisecular”: el Museo General, el Observatorio Astronómico y la Biblioteca Pública (Graciano, 2013; Vallejo, 2007, 2015, 2016). Mientras que Biblioteca y Museo fueron creados en 1884 y funcionaron juntos hasta su separación física y administrativa en 1887 (Farro, 2009), el Observatorio fue creado por ley en 1882 e inició actividades en un edificio propio hacia 1885 (Rieznik, 2010; Troisi Melean, 2018). Los tres establecimientos, junto a otros que recreaban el entramado institucional de la antigua capital de Buenos Aires, se erigían en el paisaje platense como escenarios clave montados con voluntad de construir el grupo especializado de “intelectuales civiles” (Rama, 1995 [1984], p. 31) que diera su forma ideal a la ciudad. Fueron ámbitos de fomento a la investigación y a los estudios eruditos, de difusión de conocimientos científicos, espacios desde donde institucionalizar las prácticas letradas y favorecer, a partir de la intervención estatal, una sociabilidad letrada que hasta entonces quedaba tradicionalmente librada al interés y a la voluntad del sector privado (Buchbinder, 2018). Tempranamente – y en sintonía con lo que fue típico en otras asociaciones, academias y organizaciones gubernamentales y privadas dedicadas a la cultura y a las ciencias en la Argentina decimonónica (Tarcus, 2020) – desde cada uno de tales establecimientos se resolvió contar con un órgano propio de difusión periódica de sus actividades, proyectos y novedades de diverso orden, que les sirviera de vocero en la esfera pública, así como de medio de organización y cohesión identitaria.
El Observatorio Astronómico publicó desde 1885 su Anuario, cuya existencia y regularidad, como señalan Jorge Troisi Melean (2018) y Marina Rieznik (2010), procuraban demostrar que la Argentina podía sumarse al concierto de las naciones avanzadas de Occidente e intervenir activamente en el ámbito de la circulación internacional de las ideas a través de un artefacto que servía como carta de presentación de la actividad científica local al mundo. El Museo General, por su parte, comenzó a publicar de manera sistemática el Boletín, desde 1889, y la Revista y los Anales del Museo de La Plata, desde 1890. Según informan Fabio Ares (2018) y Alberto C. Riccardi (2015), el Boletín funcionaba como circular anual donde se daba cuenta de los principales progresos institucionales; en la Revista y en los Anales, de periodicidad variable y una extensión que podía llegar hasta las 500 páginas por número, salían a la luz trabajos de investigación originales a cargo de especialistas del Museo y de autores externos. Finalmente, la Biblioteca Pública contó con su primera publicación seriada desde 1899.
El Boletín de la Biblioteca Pública de la Provincia de Buenos Aires circuló desde enero de 1899 hasta junio de 1905 (momento este último en que cambió su estatuto por el de Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata, mismo que conserva en el presente). Que el inicio de su publicación se demorara es comprensible por el relegamiento general al que la institución estuvo sometida durante el período inicial de existencia. Tras su fundación en 1884 como reemplazo de la Biblioteca Pública de la Provincia de Buenos Aires creada a instancias de Mariano Moreno en 1810, transcurrieron largos años y vaivenes administrativos hasta la efectiva puesta en marcha. El proceso de organización real se inició en 1888 luego de la mudanza a un edificio adecuado para el servicio y se extendió en el tiempo hasta que los acervos pudieron constituirse con el material indispensable y hasta que se logró sistematizar el acceso a las colecciones para su consulta (Dorta, 2019, 2022). Si bien esas materializaciones resultaron indispensables para la conversión del espacio en una verdadera biblioteca, el pleno desarrollo del programa bibliotecario ideado por la élite dirigente y la activa participación de la biblioteca en la vida pública comenzaron con la dirección de Luis Ricardo Fors en 1898, quien imprimió un nuevo ritmo institucional e introdujo transformaciones radicales de profesionalización bibliotecaria.
Nacido en Cataluña, España, en 1843, Fors vivió extensas décadas como exiliado político entre viajes a distintos países de América Latina y recurrentes retornos a Europa. En sus agitadas estadías ocupó cargos de gestión y se desempeñó en diversas publicaciones periódicas de divulgación política o científica, llegando a ser, incluso, director y / o fundador de algunas de ellas (Vallejo, 2019). Al asentarse en La Plata y administrar los destinos de la Biblioteca Pública, una de sus primeras y más trascendentales iniciativas fue mostrar la institución a través del Boletín. A diferencia de los órganos de difusión del Museo y del Observatorio, este último consistió en un impreso mucho más breve y de frecuencia mensual que, en términos muy generales, reunía informaciones varias sobre el curso de la misma biblioteca y otras relativas a los ámbitos cultural y bibliotecario de la época. Se ajustaba, así, a la noción de “boletín” del período: un “papel” periódico destinado al tratamiento de asuntos particulares, como ser el comercio, la medicina, las bibliotecas (Real Academia Española, 1884; Zerolo, 1895).1 Sobre la publicación han escrito, con diferentes enfoques e intenciones, María Estela Fernández (2005), Gustavo Vallejo (2019) y María de las Nieves Agesta (2023). La primera y más elemental caracterización la hallamos en Fernández (2005), quien a lo largo de todo un libro revisa distintas facetas de la trayectoria de Fors como bibliotecario y polígrafo y, en ese contexto, ofrece unas breves páginas de descripción de la propuesta editorial y de los aspectos materiales más evidentes del Boletín. Nuevamente, Vallejo (2019) concentra su atención en la figura de Fors como intelectual y, al dar cuenta de sus amplios intereses e intervenciones modernizadoras, describe parte de sus actuaciones públicas en La Plata a partir de aquello que quedó plasmado en el Boletín. Finalmente, mientras la escritura de este artículo estaba en curso, se publicó el de Agesta (2023), quien sí fija su atención en el Boletín como objeto. En su caso, procura demostrar cómo el órgano periódico fue reflejo de la voluntad de la Biblioteca Pública por afirmarse como referencia institucional en el marco de las tentativas de organización de un sistema de bibliotecas públicas y populares en el territorio de Buenos Aires.
También en las páginas que siguen proponemos un análisis del Boletín. Pero nuestra interpretación se inscribe en un proyecto más amplio y de más largo aliento,2 donde intentamos restituir el lugar ocupado por la Biblioteca Pública de la Provincia de Buenos Aires (1884-1905) en la trama cultural e intelectual del entresiglos y donde comprendemos a la publicación periódica desde un lugar central.
2. La propuesta del Boletín: principios de análisis
Antes que solo indagar en la singularidad del impreso, procuramos dar cuenta de su identidad. Para lo cual, tal como sostiene con agudeza Horacio Tarcus, es necesario insertar el órgano periódico en el campo revisteril, como producto de un juego de búsqueda de “poder, reconocimiento y prestigio” (Tarcus, 2020, p. 78). Nos sirven, entonces, de paraguas contextual, conceptual y metodológico para esta tarea el creciente corpus de investigaciones que comprenden a las publicaciones periódicas como sujetos culturales (Tarcus, 2020). Esto es, como dispositivos singulares que —integrados al circuito de comunicación del impreso— producen y transmiten ideas y representaciones, dan a conocer la voz de un grupo y/o de una institución en la esfera pública (con un alcance y una agilidad no factibles por medio de otras publicaciones impresas), fungen como instrumentos de reunión y organización y participan activamente como herramientas de legitimación y disputa hegemónica al interior de un campo (Bourdieu, 2002 [1980]).
Esta clase de historia material fue ensayada, especialmente durante los últimos veinte años, por una variedad de pesquisas interesadas en distintos tipos de publicaciones periódicas argentinas. Prensa escrita, revistas científicas, revistas culturales y revistas institucionales son los impresos periódicos que más han llamado la atención de estudiosos en la materia (Tarcus, 2020).
En relación con las revistas culturales —un género distinto al Boletín, pero con el que es dable establecer conexiones—, el ineludible ensayo de Jacqueline Pluet-Despatin (1992) puntualiza al menos tres características que definen su especificidad y que podríamos agrupar del siguiente modo: propósitos perseguidos, actores participantes y duración / temporalidad. Destaca que nacen como portadoras de un mensaje singular al interior de un campo intelectual (que puede o no ser expresado mediante un manifiesto fundacional) y como promotoras de una instancia de debate e intercambio permanentes. Ligado a lo anterior, y aun cuando reconoce que tiende a primar la voz de quien les da su impulso principal, la autora sostiene que las revistas culturales son espacios para la articulación de voces y escrituras colectivas que robustecen una sociabilidad letrada y donde, al mismo tiempo, se autorizan (y critican) las contribuciones de principiantes en un campo. Su temporalidad, en tanto, se proyecta en la historia, propone una permanencia extendida en el tiempo que, sin importar si resulta transitoria o permanente, supone la existencia de un mensaje y una sociabilidad de naturaleza durables. A esas cualidades distintivas, Alejandro Eujanian (1997) agrega que se trata de soportes donde, sin mayor orden, se entrelazan la literatura, la historia, la geografía, la filología, el arte, distanciándose de las revistas científicas justamente por este tratamiento enciclopédico de temas vinculados a las humanidades y ciencias sociales. Las investigaciones locales confirman que la Argentina de fines del siglo XIX e inicios del XX fue testigo de la expansión de esta clase de proyectos revisteriles. Distintas revisiones bibliográficas coinciden al señalar que, durante ese período, las revistas culturales se constituyeron y afianzaron como medios privilegiados para la expresión y producción de colectivos intelectuales, con sus propios espacios de sociabilidad y mecanismos de consagración y legitimación, a través de los cuales procuraron postular una agenda y desplegar una política cultural (Eujanian, 1999; Tarcus, 2020).
Por su parte, de las publicaciones periódicas institucionales producidas por entes estatales —tal el caso del Boletín que nos ocupa— sabemos que adquirieron la forma de órganos de difusión de la actividad y de la voluntad oficial en el marco de las distintas reparticiones gubernamentales. También, y particularmente en el caso de aquellas ligadas al ámbito educativo o al desarrollo científico, sabemos que se constituyeron en instrumentos para la difusión de las ideas de los directores de turno, para la circulación de desarrollos académicos y que, todavía más, fueron herramientas empleadas para promover y consolidar las comunidades cientifico-académicas a que estuvieron destinadas (Ares, 2018; Farro, 2009; Fiorucci, 2014a; Riccardi, 2015; Rieznik, 2010; Troisi Melean, 2018).
Situadas entre las revistas culturales y las institucionales, las publicaciones periódicas asociadas al ámbito bibliotecario nacional de fin de siglo tuvieron un desarrollo limitado, acorde al incipiente despliegue de la especialidad profesional. De un lado, se ubicaron aquellas que comenzaban a abordar problemáticas explícitamente bibliotecológicas; del otro, aquellas originadas en el seno de las más grandes bibliotecas del país, pero cuyos aportes estuvieron ligados a otras disciplinas, como la literatura, la historia o las ciencias sociales y que guardaron estrechas similitudes, en sus contenidos y propósitos, con las que identificamos como revistas culturales (Plaza, Romanos de Tiratel & Giunti, 2008). En el primer grupo se incluyen el Boletín de las Bibliotecas Populares editado por la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares (1872-1875) y otros títulos en circulación desde la década de 1920 que,3 aun cuando se presentaron como propuestas disímiles, contribuyeron categóricamente a la progresiva construcción de saberes sobre bibliotecas y compartieron la presencia sustancial de dos clases de contenidos: textos relacionados con la gestión y organización de bibliotecas y textos literarios o sobre literatura (Coria, 2021, 2023; Costa, 2009a; Fiorucci, 2014b; Planas, 2019b). Respecto al Boletín de la Comisión grupo, Javier Planas (2017) destaca que se trató de la primera publicación seriada (aún cuando estuvo lejos de cumplir la regularidad bimensual anunciada) y dedicada a la bibliotecología en Argentina. Un esfuerzo editorial que debe comprenderse como gesto de legitimación en un área de conocimientos rudimentaria y que se fundó, incluso, como el movimiento decisivo para propiciar la emergencia misma del campo bibliotecario (Planas, 2019a). Al interior del segundo grupo, el de revistas producidas y difundidas por bibliotecas de envergadura, encontramos tres casos decimonónicos: la Revista de la Biblioteca Pública de la Provincia de Buenos Aires (1879-1881) creada por Manuel Ricardo Trelles antes de la nacionalización del espacio, La Biblioteca (1896-1898) y los Anales de la Biblioteca Nacional (1900), ambas dependientes de la Biblioteca Nacional argentina y dirigidas por Paul Groussac. Tanto la Revista de Trelles, como los Anales de Groussac funcionaron como soportes oficiales para cumplir con una misión entendida por entonces como primordial para las bibliotecas públicas: servir a la reconstrucción de una historia nacional. Así, reunieron y dieron acceso público a artículos, documentos, comentarios, manuscritos inéditos y otros materiales fuera del mercado editorial y cuyos escasos ejemplares corrían severo riesgo de conservación (Anales de la Biblioteca, 1900; Trostiné, 1946). La Biblioteca, pese a ser igualmente un órgano oficial, se diseñó como portavoz de las intenciones del director para la construcción y ordenación de una tradición letrada nacional sustentada con fondos públicos y, en paralelo, como artefacto estratégico para que Groussac consolidara su propia legitimidad como intelectual (Bruno, 2003, 2005, 2017, 2021; Delgado, 2010; Delgado & Espósito, 1998).
La singularidad del Boletín de la Biblioteca Pública de la Provincia de Buenos Aires editado por Fors puede definirse, inicialmente, a partir de su inscripción en este campo revisteril brevemente delineado. Tal como lo comprendemos, no pertenece, en sentido estricto, al grupo de las revistas culturales ni al de las institucionales / bibliotecarias de la misma manera que ninguno de los casos conocidos y mencionados, al tiempo que con todos ellos comparte algunos de sus rasgos identitarios. Para dar cuenta de ello, proponemos practicar un estudio de la integridad del Boletín (números 1-82) a fin de analizar, contextualizar y reponer su propuesta de difusión de ideas. En diálogo con las investigaciones que ya comenzaron esta tarea y amparándonos en las enseñanzas metodológicas de las contribuciones que restituyen el despliegue de publicaciones periódicas en la Argentina del entresiglos, iniciaremos el recorrido con una necesaria caracterización material que se detenga en dimensiones de análisis todavía no contempladas: a) la forma en que la publicación se presenta y denomina a sí misma; b) cómo se pone en acto en tanto soporte material; c) cómo la revista es producida, es decir, quiénes avalan el proyecto y participan en su ejecución, cómo se financia, dónde y cómo se imprime, circula y distribuye y d) para qué públicos (explícitos e implícitos) se proyecta. Seguidamente, centraremos la mirada sobre los aspectos que actuaron más decisivamente en la realización de un índice, determinando contenidos y disposiciones.
Al finalizar, intentaremos poner de manifiesto cómo de estas descripciones es posible derivar la interpretación del Boletín en los términos que constituyen nuestra hipótesis de lectura. Esto es, por un lado, en su calidad de hito a) en la historia de la misma biblioteca, en tanto inauguró una modalidad novedosa para su participación en la vida pública y b) en la historia de la Bibliotecología como campo profesional en emergencia, donde el Boletín se consagró como segunda revista argentina especializada en el área y la primera en su género que logró mantener la regularidad propuesta y una extensión en el tiempo prolongada por largos años (Planas, 2017, 2019a; Plaza, Romanos de Tiratel & Giunti, 2008). Por otro lado, buscaremos demostrar que se trató de una de las apuestas estratégicas más significativas de Fors, como director del establecimiento, en dos planos: a) a nivel institucional, para exhibir a la biblioteca como organismo ejemplar y erigirla como referencia local e internacional y, b) a nivel personal, para su participación privilegiada en el ámbito intelectual y bibliotecario de la época.
3. La propuesta del Boletín: materialidad del objeto
A diferencia del común de revistas culturales, institucionales e incluso de algunas bibliotecarias del entresiglos, que dieron inicio con prefacios, prospectos o presentaciones de importancia donde se explicitaban propósitos y propuestas del programa editorial naciente, Fors no destinó más que un cuarto de página a la delimitación de su proyecto. Uniéndose al creciente concierto de organismos y asociaciones que en las últimas décadas del siglo XIX depositaron su confianza en el impreso periódico para dar a conocer su voz y consolidar su posición e identidad en la esfera pública (Tarcus, 2020), en un preliminar de menos de doscientas palabras el director de la biblioteca bonaerense comenzaba reconociendo a la publicación del Boletín como una exigencia institucional que se explicaba a sí misma “en vista de la importancia de esta dependencia pública” (Fors en Boletín, 1898, número 1). Si hasta el momento la biblioteca no tenía su propio dispositivo de difusión de ideas, se debía a los mismos motivos que, en la interpretación de Fors y de quienes apoyaban su gestión, como el diputado Rosende Mitre, la condujeron durante años al “verdadero caos á consecuencia de lo cual se habían perdido numerosas obras” (Mitre en Boletín, 1901, número 36). Integrada a la dinámica batería de medidas de intención reparadora y transformadora que iniciaron en 1898, la creación del Boletín perseguía dos objetivos declarados desde el primer número. De un lado, hacer visible el progreso institucional y, con ello, establecer vínculos prolíficos para el enriquecimiento de las colecciones:
conviene ponerla cuanto antes en relación con los establecimientos nacionales y extrangeros, y con los bibliófilos, editores, libreros y coleccionistas, dando de esta manera á conocer el estado de organización y adelanto que tenga la Biblioteca y contribuyendo, por medio de la publicidad, á disminuir el número de obras incompletas que contiene, verificando el trueque de sus duplicados, algunos de ellos de valor muy apreciable (Boletín, 1898, número 1).
Del otro, tal como observa Agesta (2023), funcionar provisoriamente como órgano de divulgación de las actividades de la Comisión Provincial de Bibliotecas (a cuya autoridad jerárquica respondía la biblioteca dentro del aparato provincial y con la cual compartía espacio físico en los altos de la Legislatura):
Al propio tiempo, — y mientras llega la oportunidad de que se realice el proyecto de la Comisión Provincial de Bibliotecas, para fundar una revista (...) — es de indiscutible utilidad dar á conocer los trabajos de dicha Comisión por medio de una hoja de publicidad como la presente, que venga á ser como introducción o precursora de la mencionada revista (Boletín, 1898, número 1).
En lo sucesivo, las referencias del Boletín respecto a sí mismo continuaron siendo breves, escasas y las hallamos dispersas en el contexto de entradas que atienden a otros tópicos. En cualquier caso, esos esporádicos fragmentos reafirman que fue el “deseo del mayor prestigio y florecimiento posibles para la Biblioteca Pública de La Plata” (Boletín, 1904, número 68) lo que movió a su fundación y confirman que “ha tenido (...) un feliz éxito, la creación y circulación del Boletín” (Boletín, 1899, número 2). Este pronunciamiento general sobre la orientación del Boletín, sin mayor especificación de temas o secciones a incorporar ni de actores participantes, anuncia el carácter de una propuesta que perfilará su voluntad programática y dibujará sus contornos específicos con el transcurrir del tiempo y del hacer.
Su montaje como “campo de pruebas y ensayos” (Tarcus, 2020) inició en enero de 1899 en la forma de hojas sueltas semejantes en su estética elemental a la empleada por la prensa periódica más tradicional: un encabezado general informaba el título de la publicación: Boletín de la Biblioteca Pública de la Provincia de Buenos Aires, e indicaba el número del ejemplar saliente, su ciudad, mes y año de publicación y, entre paréntesis, la periodicidad programada. Seguidamente aparecían, a doble columna en folio, separados por su correspondiente titular y en alineación justificada, los contenidos corrientes. La tirada regular fue de seiscientos ejemplares publicados mensualmente —por lo general, hacia fines de mes, cuando era viable ofrecer una síntesis actualizada de novedades, actividades y avances institucionales— en cuatro páginas de 22,5 x 34,5 centímetros cada una, con prácticamente la totalidad de sus artículos en español. Salvo contadas excepciones —probablemente vinculadas a las problemáticas derivadas de los altos costos y la carestía del papel (Badoza & Belini, 2013)— en que dos o más números salieron juntos, la regularidad se mantuvo estable hasta el cierre de la revista, pero la cantidad de páginas se extendió al doble desde el número 9 del año 1899. Cuando al contenido corriente se adicionó alguno inusual, por ejemplo, el texto completo de las obras ganadoras de certámenes desarrollados en la biblioteca, el número de páginas se amplió, llegando incluso hasta las treinta y seis. Probablemente sin prever la posibilidad de reunión de los números sueltos y confección de un índice, todo el primer año del Boletín salió sin paginación. A partir del 1900 el dato de página se incorporó a todos los números: primero, cada número tuvo su propia paginación (años 1900, 1901 y 1902); más tarde, se optó por ordenar los distintos números con el sistema de enumeración corrida al interior de todo un año y / o entre más de un año (los años 1903 y 1904 compartieron su paginación, lo mismo ocurrió con los números publicados en 1905, momento de cierre). Además, desde el 1900 cada año tuvo asociado un número de volumen. La organización de índices para agilizar y precisar el recorrido temático por los cientos de páginas y entradas hubiese sido impracticable (o al menos mucho más confusa) sin el establecimiento de estos datos mínimos. Gracias a su incorporación, los temas del Boletín se sistematizaron en tres índices que dieron otra entidad y permanencia en el largo plazo a la información dispersa en las hojas sueltas originales y que justificaron, asimismo, la adición de una portada inicialmente ausente: el primer índice reúne las materias de los volúmenes I a IV, el segundo hace lo propio con los volúmenes V y VI y, el tercero, con lo que alcanzó a publicarse del volumen VII. En todos los casos, las referencias son a los títulos de entradas (y a sus respectivos números y páginas de aparición) que, progresivamente, tendieron a repetirse y uniformarse.
En relación a esto último, es visible el cambio operado desde las primeras tiradas de 1899 hasta las de 1900: mientras que en los comienzos las denominaciones de entradas (aunque no precisamente los contenidos) tendieron a variar de un número a otro, lo mismo que los diseños tipográficos entre entrada y entrada, número y número (pero no los tamaños de caracteres, que fueron similares de inicio a fin); a partir del segundo volumen se observa la estandarización de estos aspectos, que se mantendrán estables, en su esencia, hasta el cese en 1905 (Figura 1, Figura 2). Esa búsqueda primaria de identidad visual no abarcó los aspectos más globales del objeto. Al interior de cada número, y a lo largo de todo el Boletín, la puesta en página se mantuvo regular, el cuerpo del texto siempre se editó en letra menor y los títulos de entradas en una tipografía aproximadamente cinco puntos mayor. De modo que la composición entre texto y tipografía no fue un recurso particularmente empleado para destacar ideas o contenidos. Encontramos solo una excepción hacia el final de su existencia, cuando el anuncio de la totalidad de producciones en venta desde la Oficina de Publicaciones de la Biblioteca dejó de salir a doble columna y en tipografía idéntica al resto de entradas y, en su lugar, se empezó a destinar la integridad de la última página de cada número a difundir, ahora en una única columna, la venta de sólo dos o tres obras en cuya elaboración participaba Fors como director de la biblioteca (Figura 3, Figura 4). Por último, y si bien no destacó por el empleo de imágenes, el Boletín fue la primera publicación periódica bibliotecaria de Argentina en introducir reproducciones gráficas, en un tiempo en que ellas apenas comenzaban a incluirse en otros dispositivos impresos (Szir, 2009). Fotos de las salas, reproducciones de premios otorgados en certámenes organizados por la biblioteca, una foto de la Comisión Ejecutiva encargada de la celebración del Tercer Centenario del Quijote y facsímiles de porciones de obras valiosas se listan entre las contadas ilustraciones que, entre otros motivos y en palabras de Fors, convertían a la publicación en “muestra del adelanto de las artes gráficas en la República” (Boletín, 1905, número 77, p. 1).
Con todo, la apreciación de las cualidades descritas constatan el diseño de carácter sobrio que percibe Agesta (2023), algo compartido por las revistas bibliotecarias conocidas hasta entonces, e incluso con algunas de las institucionales, pero visiblemente distinto a lo observable en el más moderno ámbito revisteril decimonónico. En el período de entresiglos, la estructuración gráfica e impaginación de los textos de distintos géneros de publicaciones periódicas argentinas, al asistir a un comienzo de industrialización visual, se tornó especialmente sensible a la lógica de mercado: grandes encabezados y titulares, imágenes y caricaturas, avisos comerciales ilustrados y puestas en página irregulares, fueron recursos técnicos y discursivos especialmente explotados para interpelar y captar la atención de lectores y espectadores hacia dispositivos cuyo principal sostén económico llegó a ser la publicidad (Costa, 2009b; Pas, 2016; Pastormerlo, 2016; Rogers, 2008; Szir, 2014). Aun cuando la sobresaliente calidad tecnológica, la disponibilidad de personal altamente cualificado y la capacidad de los equipamientos empleados para la elaboración del Boletín hubiesen permitido un mayor despliegue visual, se optó por un estilo gráfico prolijo, pero sencillo y tradicional, que no incluyó en sus páginas más que contenidos estrictamente vinculados al ámbito de la cultura pública y de las bibliotecas (Ares, 2018; Riccardi, 2015).
Mención aparte ameritan los Documentos históricos y literarios de la Biblioteca Pública de La Plata, un conjunto de pliegos que, desde febrero de 1905 y hasta el cercano cierre del Boletín en junio del mismo año, salieron junto a éste con objeto de contribuir al resguardo y la reconstrucción de la historia nacional dispersa en manuscritos y en ejemplares únicos desconocidos y que corrían riesgo de deterioro y / o destrucción física. En la forma de separatas denominadas Documentos, cada uno de ocho páginas a una sola columna, de estilo gráfico similar al Boletín y con sistema de paginación distinto a éste, pero correlativo y único a su interior, se publicaron un total de trece, que salieron acompañando a toda nueva entrega (de dos a tres por número). Hasta donde llegó a editarse, la sección abarcó cuatro colecciones patrimoniales que reunieron títulos diversos. Cada nueva colección fue precedida de un comentario preliminar de Fors y de cada documento histórico se precisó su ubicación física en los estantes de la biblioteca. Finalizada su publicación, el índice del Boletín de 1905 referenció en un apartado específico a los títulos y las páginas de inicio de las cuatro colecciones.
Vinculadas a los atributos del soporte, las necesarias preguntas que siguen inquieren por los actores y las instancias que participaron de su producción. La respuesta inicial e ineludible remite directamente a la figura de Fors. Agesta (2023) está en lo correcto al afirmar que el proyecto editorial fue de una impronta fuertemente personalista, del mismo modo que aquellos emprendidos por Trelles, Groussac y tantos otros intelectuales del período que, desde instituciones estatales, intervinieron en la esfera pública a través de la organización de un medio periódico de difusión de ideas (Bruno, 2005; Delgado, 2010; Delgado & Espósito, 1998; Tarcus, 2020). Varias cuestiones son evidencia de ello. La primera, las declaraciones del mismo Fors, quien no vacilaba al subrayar sus esfuerzos ni lo acertado de su propuesta: “la dirección actual se ha sobrecargado voluntariamente de cuidados y de trabajo (…), redacta y publica, sin ayuda personal de ninguna clase, el Boletín de la Biblioteca” (Fors en Boletín, 1901, número 28, p. 2). Este trabajo, que efectuaba “sin obligación reglamentaria para ello” (Fors en Boletín, 1904, número 68, p. 168), era igualmente destacado en el diseño gráfico del objeto. Desde la publicación del primer índice del Boletín, la portada incorporó una leyenda central que resaltaba su nombre completo, su función de director de la publicación y, a continuación, los títulos, cargos y honores que forjaban su trayectoria. A ello se sumó, a partir del volumen VII y en el encabezado de cada entrega, bajo el título Boletín de la Biblioteca Pública..., la mención de responsabilidad recalcada en negrita y mayúsculas: “Director: Doctor LUIS RICARDO FORS”. Pero estos recursos, como veremos más adelante, sólo fueron la manifestación visual de una realidad palpable en la selección, disposición y tratamiento de cada entrada incorporada al Boletín.En la pluma omnipresente del catalán se confirmaba que la empresa era una herramienta para articular y difundir un mensaje que él mismo construía para la puesta en acto de su maniobra estratégica de gestión y exhibición. Al igual que los directivos de otras instituciones estatales contemporáneas, que elegían según intereses personales qué mostrar a través sus publicaciones periódicas, también Fors produjo una revista afín a sus metas, aunque en su caso sí la comprendió como un órgano bibliotecario oficial y propiamente institucional, lo que sin dudas coadyuvó a que recibiera pleno apoyo estatal, desde los inicios y hasta el cierre (Ares, 2018; Delgado, 2010; Riccardi, 2015; Rieznik, 2010; Troisi Melean, 2018; Trostiné, 1946).
Este apoyo implicó el sostén económico de la revista y la puesta a disposición de la infraestructura provincial —primero de los Talleres del Museo y, tras su nacionalización, del Taller de Impresiones Oficiales de la Provincia de Buenos Aires— para su edición y publicación. El Boletín fue costeado íntegramente por el Ministerio de Obras Públicas y distribuido de manera gratuita a las bibliotecas de la campaña bonaerense, por canje al resto de instituciones y también ofrecido en venta para aquellas entidades o particulares con las que no existiese intercambio formalizado (inicialmente se vendía a $3 m/n cada año o $0,50 m/n cada número suelto, hacia 1903 el costo de cada volumen aumentó a $5 m/n y el de los números sueltos permaneció sin variaciones). Manteniéndose el lugar de impresión, sólo se acudió al financiamiento de la sociedad civil para la publicación, desde 1905, de los “Documentos Históricos y Literarios”, que implicó un aumento sustancial en la cantidad de páginas y la consecuente necesidad de apelar al compromiso de “personas de reconocidas aptitudes e ilustración” (Boletín, 1905, número 77, p. 2) para que secundaran el proyecto por medio de sus suscripciones.
En cualquier caso, los aportes del estado provincial, o bien de los suscriptores, no eran, al entender de Fors, un mero acto patriótico, sino una beneficiosa inversión. De un lado, gracias al Boletín, la biblioteca recibía por canje “algunas de sus obras incompletas” y “adquir[ía] otras de verdadera utilidad y mérito” (Boletín, 1904, número 68), lo que representaba para el erario público una ganancia que estimaba en un mínimo de $1664 m/n por año, tras descontar los $280 m/n que se depositaban anualmente para la publicación del órgano periódico. Del otro lado, los particulares y las instituciones que suscribieran a los “Documentos” a un costo semestral de $8 m/n,4 además de acceder a valiosas colecciones patrimoniales, gozarían del prestigio que significaba su nombramiento en las páginas del Boletín como mecenas de la patriótica propuesta (Boletín, 1905, número 77). Un capital simbólico que adquiría singular valor si se considera la amplia circulación que había alcanzado el impreso. Ciertamente: el Boletín era recibido con regularidad por los más variados libreros, bibliófilos, centros editoriales, academias, centros intermediarios bibliográficos, distribuidores de diarios y de revistas, bibliotecas públicas, privadas y nacionales, bibliotecas populares y municipales de más de treinta y nueve partidos de la campaña bonaerense, institutos y otras corporaciones esparcidos a lo largo y ancho de la Provincia, del país, pero también de las principales capitales del continente americano y de Europa (Boletín, 1899, número 2; 1904, número 68; 1905, número 77).5 Así, tras la invitación personalizada del director a suscribir al nuevo segmento de “Documentos Históricos y Literarios”, un amplio conjunto de particulares aceptó la convocatoria con presteza y, a juzgar por su disponibilidad actual en reservorios bibliográficos nacionales e internacionales, a ellos prontamente se sumaron otros tantos adherentes institucionales.
Si hay algo que prueban estos recorridos del Boletín es el logro de las gestiones de Fors para que el dispositivo llegara a los públicos que había imaginado desde el mismo diseño de la propuesta editorial. En primer lugar, estos públicos eran hombres de la gestión estatal provincial y nacional, a quienes se encargó de mantener al tanto de los avances bibliotecarios, de las iniciativas para el fomento de una cultura científica y entre quienes procuró mostrar a la institución como lugar destacado y decisivo para los planes de gobierno y a él mismo, en su calidad de forjador, como una figura política e intelectual de relevancia. Eran, también, las minorías intelectuales, a quienes Fors se ocupó de exhibir sus contribuciones a la consolidación de una sociabilidad letrada necesaria para encauzar el proyecto común de nación. Aquel público incluía, asimismo, a las bibliotecas populares distribuidas en el territorio bonaerense, frente a las cuales, como advierte Agesta (2023), la Biblioteca Pública quiso posicionarse como faro orientador capaz de acompañar en los procesos de organización técnica y administrativa. En segundo lugar, abarcaba a actores de la gestión bibliotecaria y bibliográfica de otras latitudes cercanas y lejanas, con los que Fors buscó estrechar vínculos y entre quienes procuró introducir su voz como una entre otras autorizadas para dar forma a un espacio de creciente especialización internacional de los saberes sobre bibliotecas. Por último, el Boletín buscaba interpelar a participantes del mercado librario, a fin de negociar facilidades para la adquisición de materiales con destino a la biblioteca. Si bien en muchos casos la definición de estos públicos fue explícita y la hallamos dispersa en distintos fragmentos de la revista, se hace especialmente visible en su planificación de un índice.
4. La propuesta del Boletín: el índice
Reponer una propuesta de índice de publicación periódica es, como sostienen Tarcus (2020) y Verónica Delgado (2014), atender a los criterios de producción y selección de escritos y al orden y modo de presentación con que se elige exhibirlos (y por tanto jerarquizarlos), aspectos que constituyen su sintaxis, hablan de lo que ella efectivamente fue en un contexto históricamente situado. Ese es el ejercicio que nos proponemos practicar en este fragmento a partir de una revisión total del Boletín que informe sobre los contenidos incorporados y sobre los modos escogidos para su abordaje y disposición.
En una mirada de conjunto, y más allá de los casos de excepción, la distribución de contenidos al interior de cada número asignó los espacios y páginas iniciales a la difusión de eventos organizados por la Biblioteca Pública u otras instituciones afines y a la divulgación de noticias, resoluciones y documentos oficiales vinculados a la vida administrativa de la entidad, luego seguían materiales varios destinados a la lectura o sobre ella y, en los folios de cierre, se reunían, por lo regular, informaciones estadísticas sobre la Biblioteca Pública y sobre las bibliotecas populares de la campaña bonaerense, nóminas de adquisiciones documentales, el detalle de obras en canje y en venta y algunas actualizaciones de los catálogos confeccionados desde la institución. Así, del texto breve, informativo y / o noticioso, se pasaba a otros pensados para una lectura algo más intensiva y se finalizaba con el reporte de datos y listados varios. Sistematizados, estos contenidos conforman una propuesta de rasgos similares a los observados en la primera publicación periódica bibliotecaria de Argentina, el Boletín de las Bibliotecas Populares, e incluso en las que siguieron a nuestro Boletín de la Biblioteca Pública, a saber, Libros y bibliotecas: acción externa. Revista de la Comisión de Bibliotecas Populares, el Boletín de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares, la Revista de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares y la Revista Biblioteca. Decimos esto porque, como en ellas, también en el Boletín editado por Fors encontramos, en esencia, dos clases de contenidos diferenciados: de un lado, aquellos para lectura o sobre lectura (literaria, científica, de debate, ensayos, etcétera), del otro, los específicamente bibliotecarios. Asimismo, al interior de este segundo grupo se distinguen otros: a) informaciones institucionales / de gestión vinculadas a la misma biblioteca y/o a la Comisión Provincial de Bibliotecas; b) saberes especializados sobre bibliotecas o insumos para construirlos (técnica bibliotecaria, legislación bibliotecaria, historia de las bibliotecas, entre otros) y c) novedades e informaciones sobre eventos ligados al ámbito de las bibliotecas y de la cultura escrita.
Los textos para lectura o sobre ella representan, en relación al total de entradas del Boletín, sólo un 13%. Se incluyen allí secciones dedicadas a compartir reseñas y / o comentarios de obras de reciente publicación o consideradas de interés singular, obras de crítica literaria, ensayos inscriptos en el área de las ciencias sociales y las humanidades y algunos artículos de discusión académica. En los primeros números del Boletín, unas acotadas líneas bajo la etiqueta “Notas bibliográficas” informaban de novedades editoriales que habían sido recientemente incorporadas a la institución y/o de aquellas que simplemente destacaban, a juicio de Fors, por su valor bibliófilo. Libros, revistas, pero en los inicios también catálogos bibliográficos, eran promocionados en el marco de comentarios halagüeños que a menudo incluían agradecimientos a las casas libreras o editoras que facilitaban su ingreso a los anaqueles de la biblioteca. Al apelar estratégicamente al interés de los proveedores (editores, libreros e instituciones con las que se mantenían relaciones de canje) porque sus obras fuesen recomendadas por las páginas de un Boletín que se afianzaba entre un público creciente de bibliotecarios, gestores culturales y otros actores del circuito librario, a partir de agosto de 1899 el director decidió sacar mayor provecho de sus publicidades y reforzó la convocatoria a enviar materiales con destino a la colección platense por medio de la siguiente invitación, destacada tipográficamente:
El Boletín insertará el aviso de todas las obras que los editores remitan á la Biblioteca Pública de La Plata.
Cuando el mérito de cada obra lo merezca, á juicio de la Dirección, también insertará el Boletín un breve juicio crítico de aquélla (Boletín, 1899, número 8).
Desde entonces, el espacio creció gradualmente y se diversificó hasta hallar las formas estandarizadas que luego mantuvo. En los meses que siguieron al aviso, se publicaron reseñas de mayor extensión bajo el título “Obras nuevas”, o directamente encabezadas con el mismo título de la obra o revista difundida. Además, el total de los ejemplares recibidos en canje pasó a ocupar una sección propia y permanente del Boletín, donde sólo se listaban, sin observaciones accesorias, las referencias bibliográficas correspondientes. Lo mismo ocurrió con los catálogos adquiridos, que dejaron de incluirse en el apartado destinado a comentarios sobre obras y sólo fueron enumerados en la nueva sección “Catálogos recibidos”. Mientras que estas dos secciones se adicionaron y normalizaron con inmediatez a la circulación de la nota de Fors, la destinada estrictamente a comentar novedades bibliográficas recién lo hizo con la salida del número 44 del año 1902. De allí en más, el encabezado “Notas” sirvió para la divulgación de incorporaciones que el director consideraba destacadas —con frecuencia junto al agradecimiento explícito y ampuloso a quienes facilitaban su acceso— pero, también, para la severa crítica de los envíos que llegaban a sus manos y juzgaba censurables. Finalmente, por el propio perfil y las intenciones profesionalizantes que distinguimos en las páginas del Boletín, cabe resaltar que, entre “los libros remitidos al Director” (Boletín, 1902, número 45, p. 3) y escogidos para su inclusión en “Notas”, se contaron varias monografías y ensayos bibliotecarios de procedencia internacional con los que el catalán, a través de sus recensiones, decidió entablar un diálogo entre pares ubicándose a sí mismo como voz acreditada de este área del saber. Así, a través del segmento “Notas”, el órgano fue un lugar donde estableció límites entre las producciones culturales aceptables o prescindibles, mismo movimiento con el que procuró impulsar o censurar trayectorias y constituirse, por medio de esos juicios y de los vínculos intelectuales y librarios que se ocupó de exhibir, en protagonista de la vida cultural argentina.
También los apartados para lectura fueron reflejo de los intereses personales e institucionales que orientaban la actividad de Fors. Agrupamos aquí una variedad de textos extensos (de hecho, publicados con frecuencia en más de un número y asociados por referencias de “continuará”, “continuación” o “véase”), de salida diferible y no estrictamente asociados a la vida pública y / o administrativa de la biblioteca. Un conjunto significativo de ellos trató diversos aspectos relativos a la vida y obra de Miguel de Cervantes Saavedra, algo que interesaba muy particularmente al director en su calidad de entusiasta cervantista, distinguido y reconocido por hispanistas de renombre del país e, incluso, por importantes críticos españoles (Fernández, 2005). A excepción de un breve soneto dedicado a Fors y transcripto en el Boletín, el resto de textos cervantinos incluidos correspondieron a la autoría de este último. Artículos críticos, extensos comentarios sobre descubrimientos editoriales, intercambios epistolares entre Fors y otros cervantistas e, incluso, obras del mismo Fors publicadas con anterioridad o posterioridad en otros medios, ocuparon gran cantidad de páginas del órgano bibliotecario. Junto a ellos, otros escritos sobre temas diversos completaban la variedad de lecturas: una mínima selección de las conferencias dominicales que tenían lugar en la biblioteca (luego de que su publicación en volumen aparte fuese discontinuada);6 notas relativas a la ciudad de La Plata y sus progresos; textos que informaban e historiaban sobre desarrollos en el ámbito de la cultura impresa; algún escrito referido a la historia nacional argentina y / o a sus personajes célebres; otros más dedicados a poner en “conocimiento de los trabajos literarios y bibliográficos de valía” (Fors en Boletín, 1904, número 72, p. 209).
Por su parte, el grupo de contenidos que consideramos de carácter específicamente bibliotecario representa, sobre el total de entradas del Boletín, un significativo 87%. A su interior, el 89% corresponde a informaciones institucionales / de gestión vinculadas a la actividad de la biblioteca y/o de la Comisión Provincial de Bibliotecas: administración de las colecciones; organización interna y servicios de la Biblioteca Pública; vínculos burocrático-administrativos entre la biblioteca y el gobierno provincial e intervenciones territoriales de la Comisión Provincial de Bibliotecas son, en términos globales, las materias presentes.
Con relación a las colecciones de la biblioteca, el Boletín procura ser testimonio de las actuaciones de Fors para su enriquecimiento, resguardo material, organización profesional y difusión entre públicos amplios. Inicialmente, el director dio a conocer con acentuado disgusto la situación en que encontró los acervos. Desde su punto de vista, la institución había estado en manos de “inútiles” (Boletín, 1899, número 4), lo que se traducía en un fondo bibliográfico escaso, mal seleccionado, desorganizado y en dudoso estado de conservación (Boletín, 1900, números 23 y 24; 1901, número 36; 1903, números 51, 52 y 53; 1904, números 64 y 65). La circulación de listados de desideratas, la invitación a establecer relaciones de canje con la biblioteca (acompañada de detalladas nóminas de obras ofrecidas para este intercambio), la publicación de notas periodísticas que daban cuenta de gestiones especiales de Fors para la adquisición de materiales de difícil acceso e, incluso, la promoción de listas de libreros internacionales de los que la biblioteca se abastecía, fueron instrumentos empleados en el Boletín para completar las colecciones. Gracias a ellos, por compra, donación o canje, se pudieron localizar títulos de escasa circulación en el mercado, se optimizaron los reducidos recursos económicos disponibles para la adquisición y se notificaron beneficios (probablemente, reducción de precios) por parte de proveedores de importancia. Con objeto de anunciar el éxito de las estratégicas diligencias y, en paralelo, ampliar las posibilidades de conocimiento de las colecciones más allá del ámbito del casco urbano platense, número a número se compartían distintos informes de incorporaciones. En secciones de aparición eventual y en otras de carácter regular, como “Adquisición de libros” / “Nuevas adquisiciones” / “Publicaciones entradas”, “Diarios y revistas”, “Nuevos catálogos” / “Catálogos y prospectos” y “Colección Cervantina”, hallamos constancia sistemática y detallada de las novedades bibliográficas. También, a medida que avanzaban las tareas de limpieza, conservación y procesamiento técnico, las páginas del Boletín dieron a conocer las respectivas mejoras y sirvieron, inclusive, para la divulgación de catálogos e índices del fondo. En primer lugar, bajo el título “El nuevo catálogo” / “Nuestro catálogo”, se comenzó a dar aviso de las clases temáticas del catálogo general que eran sucesivamente procesadas (Boletín, 1899, números 7 y 8; 1900, números 18-22; 1901, número 28). Cada aviso era acompañado de un detalle completo de las áreas del sistema de clasificación (elaborado por Fors y aprobado por la Comisión Provincial de Bibliotecas) que se habían podido incorporar al catálogo, hasta que en febrero de 1904 se notificó que “los catálogos sistemáticos y de autores de las existencias bibliográficas habían sido terminados” (Boletín, 1904, números 64 y 65, p. 141). El aviso fue acompañado de una copia íntegra del sistema de clasificación en su versión final.
En paralelo, fragmentos del catálogo general se insertaron en los primeros números del Boletín en un intento de dar a conocer por este medio la integridad de las colecciones reunidas. Sin embargo, la iniciativa no prosperó, incluyéndose tan sólo un listado alfabético, en partes, de las obras que conformaban la primera sección del catálogo: Ciencias Naturales, Medicina é Higiene (Boletín, 1899, números 10-14). En los años siguientes sí se diseminaron desde este mismo espacio listados de colecciones particulares de la biblioteca: un índice alfabético de los diarios, revistas y demás publicaciones periódicas que se reciben en la Biblioteca Pública Provincial .Boletín, 1904, número 70; 1905, número 77); un Catálogo de las obras de Literatura cervantina que existen en la sección de Literatura del catálogo general sistemático de la Biblioteca Pública Provincial de La Plata .Boletín, 1903, número 60) y un anuncio permanente de cada uno de los materiales que mes a mes eran incorporados a la más amplia Colección Cervantina, en cuya conformación Fors trabajó con decidido empeño (Chicote, 2006); también el Inventario del Depósito Publicaciones, que funcionaba anexo a la biblioteca, junto a sus subsiguientes Adiciones a modo de actualización (Boletín, 1899, número 8; 1901, números 37, 38; 1902, números 40 y 45; 1903, números 51, 52, 60, 66, 67, 72; 1905, número 78) y, por último, un Inventario alfabético de los Duplicados y sus correspondientes Adiciones, materiales que —según el caso— se ofrecían en canje, venta y / o donación (Boletín, 1902, números 41, 42, 45, 49; 1903, números 51, 52, 61, 62, 64, 65, 66, 67; 1905, número 78). Además, desde el número 6 de 1899 y hasta el cierre del Boletín, se incluyeron listados de ejemplares que la biblioteca conservaba en su recinto y disponía a la venta: algunos de ellos correspondían a materiales editados por la misma institución, otros eran volúmenes producto de la actividad administrativa provincial y que ingresaban sistemáticamente al Depósito de Publicaciones, algunos más, títulos de los que simplemente existían innecesarios duplicados y de cuya venta se esperaba obtener algún rédito para la adquisición de obras faltantes.
Comprendidos en el mismo conjunto de contenidos institucionales de la biblioteca, encontramos otros referidos especialmente a sus servicios y organización interna: cambios en los horarios de atención, informes de uso, novedades de adelantos institucionales varios, informes de arreglos y reorganizaciones del espacio físico del recinto, informaciones sobre eventos desarrollados por la biblioteca y sobre otras funciones de extensión asumidas. Algunos de ellos aparecían de forma ocasional, otros con mayor frecuencia e, incluso, en secciones fijas del órgano periódico.
Las estadísticas de concurrencia al espacio y de consulta de las colecciones, por ejemplo, salieron desde la segunda tirada del Boletín y estuvieron presentes hasta su cierre en prácticamente la totalidad de los números. De aparición mensual, incluían, por un lado, cantidades de lectores que asistieron a la biblioteca, discriminados por nativos y extranjeros, y, por el otro, números de volúmenes consultados según idioma y, sólo en los inicios, también por área temática o formato. Otras de las secciones con mayor presencia fueron las referidas a eventos organizados por la biblioteca y abiertos a la comunidad. Encontramos numerosas entradas relativas a las Lecturas dominicales creadas a iniciativa de Fors: desde la argumentación de la propuesta original en enero de 1899, las sucesivas programaciones mensuales con el detalle de disertantes y —aunque no siempre— conferencias o temas a tratar, los entusiastas relatos descriptivos posteriores a cada una de ellas, el detalle del distinguido público que asistía a ellas, hasta la completa transcripción de notas de la prensa platense donde se elogiaba la propuesta y el movimiento intelectual que ella propiciaba para la definitiva construcción de una ciudad científica. A ellas, desde agosto de 1902, se sumaron las novedades sobre cada edición anual del Certamen Histórico-Literario celebrado en las inmediaciones de la biblioteca todo 25 de mayo tras el Tedeum y demás actos oficiales de la provincia. El Boletín registraba relatos descriptivos del evento y su recepción en medios pero, antes, convocaba a participar de la competencia del certamen con la presentación de obras literarias temáticas, difundía la lista de donantes de premios y de los galardones en cuestión y ponderaba las cualificaciones de los miembros del jurado evaluador. Al acercarse el tercer centenario de la impresión del Quijote, Fors organizó un nuevo encuentro celebratorio y la publicación —bajo los auspicios de la Biblioteca Pública— de la primera edición latinoamericana de la famosa obra de Cervantes. Nuevamente, las páginas del órgano bibliotecario fueron un instrumento para difundir la actividad, para ofrecer en venta la cuidada edición pero, también, para reponer la larga discusión entre especialistas de distintas latitudes que se suscitó con motivo de la fijación de una fecha precisa y conmemoratoria para la primera salida al público de El Quijote.
Entre los contenidos de aparición regular se cuentan, asimismo, comunicaciones de las prolongadas gestiones para conseguir permisos y recursos con destino a arreglos estéticos y estructurales en el espacio físico de la biblioteca, relatos de las progresivas obras ejecutadas y de las mejoras alcanzadas y reproducciones de su recepción en los medios informativos locales. Otros tópicos, como ser adelantos de distinto orden en la gestión bibliotecaria, diligencias para la creación y sostén de un Taller de encuadernaciones, o iniciativas de extensión institucional, como fue la propuesta —finalmente infructuosa— de creación de una Escuela de bibliotecarios y Archiveros, ocuparon lugares itinerantes dentro del periódico, pero se sumaron al cúmulo de contenidos que Fors expuso con clara intención de dar a conocer a propios y ajenos el pujante movimiento que significaba su participación pública como funcionario provincial.
Referencia aparte amerita la sección “Resoluciones y documentos oficiales” / “Documentos y resoluciones oficiales” donde, amparándose en la pretendida neutralidad que suponía copiar y circular porciones de intercambios oficiales, Fors dejaba registro de aquella fotografía de los vínculos burocrático-administrativos entre la biblioteca y el gobierno provincial que elegía mostrar. En relación al personal bibliotecario, se asentaban sus movimientos, funciones, grillas salariales y, todavía más, el relato de una serie de conflictos entre el director y los trabajadores bajo su autoridad, junto al respectivo tratamiento y dictamen que recibieron en las instancias burocráticas correspondientes (desde ya, siempre favorables al mismo Fors). Respecto al presupuesto institucional, se incorporaban su detalle, actualizaciones, un informe periódico del estado financiero de la biblioteca y, en ocasiones, la justificación de pedidos de partidas especiales y las respuestas recibidas (por ejemplo, para solucionar la problemática del excesivo frío que hacía inhabitable el recinto). También encontramos el detalle de solicitudes especiales de Fors (y sus correspondientes resoluciones) que requirieron aprobación ministerial y / o de tratamiento en las cámaras legislativas: tal el pedido de inspección de las instalaciones para confirmar su necesidad de remodelación (Boletín, 1901, número 36); o la propuesta de creación de una biblioteca circulante para habilitar el retiro a domicilio de una porción de los custodiados acervos bibliográficos (Boletín, 1900, números 15-17). Finalmente, diversas documentaciones de relevancia: la propuesta, evaluación y aprobación del primer reglamento con que contó la biblioteca (Boletín, 1900, números 24-26; 1901, números 31, 32); algunas de las memorias institucionales que presentó el director (Boletín, 1900, números 15-17; 1904, número 68); avisos de cambios en las autoridades del gobierno provincial e informes de severos obstáculos que en momentos particulares se presentaron para cumplir con el normal servicio de la Biblioteca llevando, incluso, al cierre temporal de sus puertas (Boletín, 1902, números 41, 42). En todos los casos, las documentaciones que se insertaban servían para mantener al corriente de las iniciativas del mismo director y de los logros alcanzados pero, además, de los obstáculos presentados para dar curso a algunas de sus propuestas, explicando por causas externas atrasos, metas no cumplidas y una realidad de gestión en ocasiones distinta a la pretendida. Tanto los temas tratados en los documentos que Fors decidió visibilizar, como el lugar que les asignó (esto es, antes de dar a conocer los provechos de alguna gestión exitosa, o antes de informar sobre situaciones de retraso institucional) son muestra del empleo táctico que hizo del Boletín para resaltar su propia intervención bibliotecaria.
Como señalamos anteriormente, en el mismo establecimiento de la Biblioteca Pública funcionó la Comisión Provincial de Bibliotecas, una institución que sucedió a la anterior Comisión Protectora de Bibliotecas Populares creada en 1887 por iniciativa de Augusto Belín Sarmiento (Dorta, 2021). Tras el cierre de esta última, en 1898 se decretó la inauguración de una nueva, ahora en dependencia directa del Ministerio de Obras Públicas provincial que, si bien ocupó las instalaciones de la Biblioteca, estuvo formal y jerárquicamente por sobre ella (Boletín, 1899, número 1). Mientras la Comisión permaneció en actividad, el Boletín también fue el instrumento escogido para la difusión de sus labores. Se dieron a conocer allí informaciones generales sobre el funcionamiento administrativo de la comisión, sobre su conformación y desplazamiento de integrantes, se informaban los envíos de remesas bibliográficas que ella hacía para contribuir al desarrollo de las bibliotecas de la campaña y se daba permanente cuenta del estado de estas en lo que hacía a la conformación de sus colecciones, a la disponibilidad de un establecimiento donde asentarse y a la concurrencia de lectores recibida. En algún momento aún incierto,7 la comisión se disipó, no obstante los lazos con las bibliotecas bonaerenses fueron sostenidos directamente por acción de la Biblioteca Pública. Fors se encargó de continuar con el envío de ejemplares y las organizaciones se ocuparon de hacerle llegar sus informes de movimiento de colecciones y lectores (en principio, mensuales, aunque con frecuentes demoras y faltantes). Estas comunicaciones siguieron saliendo en el impreso para, en palabras del mismo director, “dar á conocer y estimular este movimiento progresista de evidente cultura popular” (Boletín, 1903, número 54, p. 21). Así, de principio a fin, el órgano bibliotecario se constituyó en medio de divulgación institucional de la Biblioteca Pública e, igualmente, del estado y avance del conjunto de bibliotecas provinciales activas en toda la extensión del territorio de Buenos Aires.
Distinguible al interior de aquel gran paquete de contenidos que identificamos como específicamente bibliotecarios, ubicamos otro 6% que, aun con evidente menor presencia, manifiesta una decidida voluntad de contribuir a la construcción de saberes especializados sobre bibliotecas. En particular, hallamos: aportes para la elaboración de un primer relato histórico sobre las bibliotecas del país, contribuciones para la definición de técnicas profesionales de procesamiento de materiales bibliográficos, indicaciones para la preservación y conservación de impresos e, incluso, esfuerzos explícitos por comenzar a definir los límites de una disciplina propiamente bibliotecaria y las experticias profesionales requeridas para el trabajo en bibliotecas.
Desde septiembre del año 1900 hasta abril de 1902 se publicaron consecutivas entregas de la “Colección cronológica: de Leyes, Decretos y Reglamentos sobre Bibliotecas de la provincia de Buenos Aires, desde 1810 hasta 1900”, un compendio de documentaciones oficiales reunido por Fors que denota su voluntad de unirse a los numerosos esfuerzos de la élite letrada y la dirigencia argentina por dar forma a un relato de nuestra historia nacional (Bertoni, 2007 [2001]). Al momento, no se contaba tentativa alguna de narración de la reciente historia de las bibliotecas argentinas vinculadas al sector público, mientras que las herramientas para hacerlo se hallaban dispersas en distintos archivos y administraciones. De modo que esta propuesta de la Biblioteca Pública involucraba una serie de movimientos relacionados entre sí: hacer lugar a y destacar el espacio ocupado por las bibliotecas en la conformación de la Argentina como nación independiente (la cronología, de hecho, comenzaba con el acta de fundación en 1810 de la primera Biblioteca Pública surgida a consecuencia de la Revolución de Mayo); recuperar y poner en valor la especificidad bibliotecaria en la más amplia coyuntura de configuración de una nación; dar a conocer esta historia y promover un sentido de pertenencia entre las bibliotecas locales y los hombres de las letras argentinas, pero también difundirla entre los lectores que recibían el Boletín en el extranjero y, como sostiene Agesta (2023), inscribir a la Biblioteca Pública situada en La Plata en una conveniente línea de continuidad que le permitiera capitalizar la prosapia de aquella otra creada por Mariano Moreno a inicios del siglo XIX. Informaciones sobre la antigua Biblioteca Pública de Buenos Aires, luego sobre aquella que le sucedió y dirigía el mismo Fors, sobre algunas bibliotecas populares bonaerenses que sostenían relaciones con el Estado provincial y sobre la Comisión Provincial de Bibliotecas fundada en 1898 (pero no de su antecesora, la Comisión Protectora motorizada por Belín Sarmiento), aportaban a la constitución de un corpus necesario en el contexto de primaria emergencia de un saber especializado sobre bibliotecas que, para dibujar sus contornos, no podía prescindir de esa historia común.
Sumado al esfuerzo anterior, Fors hizo otro aún más explícito por la construcción y organización de saberes sobre bibliotecas: la escritura de una suerte de manual al que llegó a calificar en el Boletín de “libro inédito” (Boletín, 1900, números 15-17) y cuyo manuscrito, todavía disponible en las salas de la Biblioteca Pública, lleva el título de Tratado de biblionomía. Dos conjuntos de fragmentos (textuales y con modificaciones) del mismo circularon en distintos números del Boletín, entre el año 1900 y el 1904. El primero reunió informaciones sobre la conservación de libros, un asunto que tuvo fuertemente preocupado a Fors en términos personales. Desde su ingreso a la Biblioteca, el director detectó con disgusto que una plaga de proporción significativa y creciente había destruido considerable cantidad de ejemplares y ponía en riesgo a la totalidad de los acervos. De modo que organizó un proceso de limpieza profunda, revisó bibliografía especializada y consultó a distintos especialistas hasta dar con el químico L. De Marco, quien preparó una sustancia específica para detener el avance de la polilla. El detalle de todo este procedimiento y averiguaciones, junto a indicaciones específicas para el cuidado futuro del patrimonio bibliográfico, fue meticulosamente registrado en el Tratado y difundido por medio del Boletín, haciendo explícitos el interés no sólo de mostrar el gran trabajo llevado a cabo, sino también la voluntad de difundir una síntesis de ese saber hacer que luego pudiera ser retomado y replicado por otros espacios bibliotecarios para el resguardo de sus materiales (Boletín, 1900, números 15-17; 1901, número 34). El segundo grupo de contenidos del Tratado replicados en el Boletín remite a otro asunto bibliotecario fundamental, abordado institucionalmente con idéntica celeridad al anterior: la confección de catálogos. Tras diferenciar con precisión entre catalogación y clasificación, y en constante diálogo profesional con bibliotecarios de otras latitudes, Fors articuló y dejó por escrito minuciosas indicaciones y normas para la ejecución de ambas tareas. Junto a ello, su propuesta de un sistema de clasificación adaptado a los requerimientos particulares de la Biblioteca Pública, pero igualmente orientador para la puesta en acto del propio en las bibliotecas que así lo precisaran (Boletín, 1900, números 15-22; 1904, números 64-67). Bajo el título “Condiciones de un bibliotecario” y con reconocimiento explícito de su autoría por Leópold Auguste Constantín, Fors también incorporó a las páginas del Boletín un texto donde el autor precisaba qué, específicamente, se debía esperar de un profesional bibliotecario (Boletín, 1900, números 15-17). Esas mismas apreciaciones, aun cuando no textuales, se hacen igualmente presentes en el manuscrito Biblionomía, donde vuelve a ser evidente el interés de Fors por comenzar a precisar las experticias exigibles para el trabajo en bibliotecas.
Completan este conjunto de contribuciones para la articulación de saberes sobre bibliotecas algunas entradas sueltas, entre las que sobresalen puntualmente dos. De un lado, la nota dirigida a Fors por Alfredo Theulot y transcripta en el Boletín bajo el título “El complemento de una biblioteca americana”. En el extenso texto se remarca la relevancia fundamental de las bibliotecas públicas en la “joven América”, consideradas por el autor instrumentos indispensables para la construcción de sus naciones independientes con capacidad de “pensar por sí mismas y no por medio de otros, producir ciencia en vez de importarla” (en Boletín, 1902, número 49, p, 1). Junto a ello, se delinean las características privativas que, a juicio de Theulot, debieran configurar a bibliotecas fundadas y sostenidas por los estados: universalidad temática de las colecciones, reunión de materiales útiles para la producción de conocimientos científicos y resguardo y puesta a disposición de producciones intelectuales locales, entre las primordiales. Como detecta Agesta (2023), la introducción de estas líneas funcionaba “como argumento de legitimidad para respaldar el pensamiento del director mismo” (2023, p. 169), es decir, de Fors. Algo que, de hecho, se constata en el segundo texto al que aludíamos, un ensayo de éste último que dialoga y concuerda con la esencia de las ideas expresadas por Theulot: Las bibliotecas de Montevideo, producto del viaje realizado por Fors a Uruguay hacia 1902. En esta obra —de la que el catalán incluyó fragmentos en el Boletín, pero que también publicó en ejemplar aparte— repuso su estudio de las “reparticiones que más inmediatamente dependen del Poder Ejecutivo”, junto a otras “de carácter público como particular” (Boletín, 1903, número 63, p. 124). Su análisis, que reparó en aspectos técnicos de funcionamiento de las bibliotecas (sistema de catalogación y clasificación, medidas de preservación y conservación), en los criterios para la conformación de colecciones, en los propósitos perseguidos por cada espacio y en las cualificaciones del personal a su cargo, también reforzó el llamado a robustecer el lugar de las bibliotecas públicas como establecimientos claves para el desarrollo de una cultura científica y para la consolidación de los nacientes estados latinoamericanos. Estas dos entradas, unidas a otras más breves y a las mencionadas en párrafos previos, evidenciaron una floreciente preocupación por afirmar saberes mínimos para la puesta en marcha y sostén de bibliotecas y, en ese mismo movimiento, comenzar a fundar las bases de la biblionomía (en la actualidad “bibliotecología”) como disciplina distinta a otras.
Si volvemos sobre el paraguas de contenidos que caracterizamos como propiamente bibliotecarios, nos queda un 5% restante que corresponde a novedades de distinto orden y procedencia ligados al ámbito de las bibliotecas y / o de la cultura escrita. Las páginas de Boletín no sólo sirvieron para difundir primicias institucionales de la misma Biblioteca, sino que se incluyeron otras, locales e internacionales: concursos de escritura histórica y literaria; congresos académicos (entre ellos el Congreso Nacional de Bibliotecarios de París llevado a cabo en 1900); fundación o cambios en el estatuto de bibliotecas de Argentina y del mundo (además de las populares bonaerenses, para las que existía un segmento regular al que ya referimos); creación de sociedades o academias vinculadas a las letras. Estas y otra variedad de misceláneas semejantes consuman un disperso conjunto de entradas que exhibieron los vínculos bibliotecarios e intelectuales que la Biblioteca Pública, y el mismo Fors en términos incluso individuales, procuraban crear y sostener con pares de latitudes cercanas y distantes.
Finalmente, a la tirada corriente del órgano se incorporaron a manera de separata los Documentos históricos y literarios de la Biblioteca Pública de La Plata, una reunión de fuentes patrimoniales que recuperaba la voluntad de Manuel Ricardo Trelles, quien inició la publicación y venta por suscripción, en la Revista de la Biblioteca Pública, de un caudal de manuscritos inéditos conservados en aquella institución bajo su autoridad. Remitiéndose explícitamente a este antecedente inmediato, Fors solicitó autorización al Ministro de Obras Públicas para dar inicio a una empresa que lo retomara y continuara desde la Biblioteca de La Plata (Boletín, 1905, número 77). Tras recibir los permisos correspondientes, desde febrero de 1905 comenzó con la difusión de distintas colecciones de manuscritos de tiempos coloniales, principalmente trabajos sobre límites, entre los que se destacaron documentos reunidos y comentados por el historiador Pedro De Ángelis. Así se completó el índice de una original publicación periódica que —aun cuando compartió características propias a las revistas que podríamos calificar de “culturales” y, más aún, con aquellas reconocidas como “institucionales”— se asentó con firmeza como un órgano de difusión de ideas propiamente bibliotecarias y que, todavía más, forjó su posición como referencia autorizada en un campo que daba inicio al dibujo de sus contornos.
Conclusiones
Al producirse la transferencia de la Biblioteca a la Universidad Nacional de La Plata en 1905, y el consecuente cese del Boletín como publicación de la institución provincial, el órgano y su fundador se habían asegurado un lugar en la historia. Decidido a posicionar a la Biblioteca en el centro de la vida pública de una ciudad que aspiraba a convertirse en foco de producción y difusión de una cultura científica, Fors motorizó desde su llegada numerosas transformaciones radicales. El Boletín fue una de ellas, a la vez que un canal para gestionar y exhibir las restantes (y, exhibirse, el mismo Fors, en términos personales). Al abrirse camino en un campo revisteril en pleno auge, valiéndose de las virtudes que el dispositivo periódico ostentaba como medio ágil de difusión de ideas entre cercanos y lejanos, este órgano se consagró en Argentina como el segundo especializado en bibliotecas y el primero en mantener durante más de un lustro la regularidad anunciada en los inicios. Más aún, transitado el recorrido por sus páginas, estamos en condiciones de confirmar, finalmente, la hipótesis de lectura que articulamos en los inicios: el Boletín representó, en efecto, un hito en la historia de la Biblioteca Pública y en la del campo bibliotecario; en paralelo, fue sin dudas una importante apuesta estratégica de Fors en los planos institucional y personal.
En la historia de la propia biblioteca, con la publicación se inauguró un nuevo modo de intervención en la esfera pública, más allá de la inmediatez que significaba su reducción al ámbito presencial. La Biblioteca Pública se posicionó, así, a la par de otros organismos de envergadura con interés en trascender y en participar de la producción de colectivos intelectuales valiéndose del escrito periódico como vehículo para ello. Son prueba de esto algunos aspectos fundamentales revisados. Primero, la amplia circulación del dispositivo, con una tirada de 600 ejemplares mensuales recibidos de manera corriente por una amplia diversidad de sectores y actores. También las repercusiones que sus contenidos ocasionaban, tanto en medios locales e internacionales, como entre académicos que encontraron en el Boletín un interlocutor de correspondencias. Y, por fin, el notorio progreso que experimentó la biblioteca, coincidente en el tiempo con los inicios del Boletín: aumentó la concurrencia a sala para usos tradicionales pero, además, el recinto se consagró como punto de reunión privilegiado a partir de los recurrentes eventos programados allí y difundidos desde el órgano periódico, se produjo un notorio enriquecimiento de las colecciones (en buena medida gracias al canje promovido por el Boletín) y, desde las páginas del dispositivo, se negociaron y alcanzaron valiosos apoyos de intelectuales y de hombres de estado para llevar a término las diversas propuestas de gestión.
En otro orden, decimos que el Boletín se constituyó en referencia ineludible para la restitución de una historia bibliotecaria en Argentina porque realizó contribuciones esenciales al ordenamiento de un área de discusión emergente, tanto desde el plano político como disciplinar (Planas, 2019a). Explícita e implícitamente, a su interior se delimitaron los elementos principales de un área específica de conocimientos necesarios para poner en acto bibliotecas (clasificación, catalogación, preservación, conservación); se ofrecieron indicaciones prácticas para llevar a término tareas bibliotecarias elementales; se definió y difundió una noción de biblionomía o biblioteconomía (en el presente bibliotecología) y de tipologías singulares de bibliotecas (en particular de aquello que se comenzaba a identificar como biblioteca pública y biblioteca popular); se describió un perfil profesional deseable. Incluso, el Boletín fue el medio elegido para dar a conocer la primera propuesta argentina para la creación de una escuela de bibliotecarios y bibliotecarias, al tiempo que para negociar su efectiva admisión por las autoridades gubernamentales. Y, pese a que la iniciativa no prosperó, sus aportes fueron insoslayables para comenzar a pensar un primer plan de estudios, delimitar alcances y competencias profesionales, discusiones más tarde retomadas por otros actores interesados en el mismo objeto y con mejor fortuna (Planas, 2023; Silber, 2021).
Confirmamos, además, que en el plano institucional el Boletín fue una decisiva apuesta estratégica, evidente en su clara utilización como medio para alcanzar las metas de gestión trazadas y construir y exhibir al espacio bibliotecario desde y en una posición de privilegio. Allí se difundían solicitudes enviadas a las autoridades jerárquicas, acompañadas de sus respectivas respuestas, como modo de poner en conocimiento de las intenciones de la dirección, conseguir el respaldo oficial y el de la sociedad civil y, cuando no se obtenía lo perseguido, justificar los atrasos. El Boletín fue también instrumento para enriquecer las colecciones, en tanto se reseñaban obras a condición de su envío gratuito a la dirección, se difundían datos de libreros proveedores probablemente a cambio de beneficios en la adquisición y se circulaban listados de canje y de pedidos de títulos faltantes a fin de completar los anaqueles. Fue, igualmente, una plataforma para mostrar al mundo cada progreso institucional. Enfatizando en el supuesto estancamiento sufrido hasta la llegada de la nueva dirección en 1898, se informaba, progresivamente, de todo desarrollo tendiente a hacer de la biblioteca el espacio funcional al despliegue de una cultura científica proyectado en su fundación. Por medio de su publicación, la institución se presentó asimismo como figura de relevancia para el ordenamiento del campo intelectual. Se trató del canal a través del cual organizó eventos para la producción y consolidación de un colectivo letrado, participando incluso en la legitimación de jóvenes escritores por medio de la creación de concursos de escritura. Adjudicándose el rol de mentora, asesoró, además, a bibliotecas públicas, populares y de privados para su correcto montaje y apertura al público, dejando sistemático registro en el Boletín de cada recomendación solicitada y ofrecida. Fue, por fin, un dispositivo para exhibir a la Biblioteca Pública en el centro del escenario cultural y bibliotecario de la época.
Por todo lo anterior, el Boletín se alzó, del mismo modo, como una apuesta estratégica de Fors en términos personales. Luego de una vida signada por lo oscilante e impredecible, La Plata y su Biblioteca Pública brindaron al catalán las condiciones materiales y simbólicas para su asentamiento definitivo. Fue el primer espacio en que pudo idear y ejecutar un proyecto de largo aliento y, con ello mismo, consolidar su propia posición en un lugar de privilegio. Al hacer de la biblioteca un punto de encuentro de la élite dirigente y letrada; al intervenir en el ámbito bibliotecario local e internacional como voz autorizada; al exhibir los diálogos que mantenía con figuras de relevancia en el paisaje de época; al contrastar los logros de su gestión con la quietud de las anteriores, el director estaba ubicándose así mismo con habilidad en el centro de la escena y fortaleciendo su propia imagen al interior del colectivo en el que procuraba intervenir con voz pujante. El Boletín, en tanto impreso periódico del que conocía atributos y potencias, fue la herramienta decisiva para conseguirlo.
En efecto, el Boletín, sobresaliente vocero bibliotecario, se modeló como instrumento de gestión y exhibición, institucional y personal, cuyo éxito quedó coronado cuando en 1904 le fue adjudicada la medalla de oro acordada al área de Bibliografía y Biblioteconomía en la reconocida Exposición Universal celebrada en la ciudad norteamericana de Saint Louis (Missouri) (Boletín, 1905, números 77 y 79; Penhos, 2009). Desconocemos los motivos que, durante poco más de un año, provocaron la pausa de su publicación bajo la nueva dependencia universitaria. El mismo Fors señaló que “dejó de aparecer por causas bien agenas [sic] a nuestra voluntad”, que no se detuvo a precisar (Boletín de la Biblioteca de la Universidad Nacional de La Plata, 1906, número 1, 2 y 3, p. 1). Con todo, su dirección al frente de la Biblioteca continuó tras la nacionalización y el comentario transcripto es el mismo con que dio inicio el flamante Boletín de la Biblioteca de la Universidad Nacional de La Plata, a cargo del mismo catalán. Allí reafirmaba los éxitos y virtudes de la primera publicación y establecía el compromiso de profundizarlos, al tiempo que ampliarlos en función de los requerimientos propios a la mudanza de estatuto. Si bien se precisa de próximas investigaciones que indaguen, primero, sobre las causas del inicial cese de circulación del impreso y, segundo, sobre la puesta en acto del nuevo Boletín, parece indiscutible que las resonancias de la pionera labor de Fors se extendieron en el tiempo y que sus frutos, materiales y simbólicos, continuaron cosechándose más allá de las inesperadas interrupciones.
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Notas
Recepción: 02 Enero 2023
Aprobación: 13 Marzo 2024
Publicación: 01 Octubre 2024