Dosier: Para una nueva historia de las bibliotecas en América Latina:
instituciones, representaciones y prácticas
Cultura científica, producción de conocimiento e intereses regionales: la gestión de la información en el contexto de las políticas desarrollistas (Bahía Blanca, 1962-1976)
Resumen: La creación del Centro de Documentación Bibliotecológica (CDB) de la Universidad Nacional del Sur, en 1962, implicó transformaciones sensibles en el plano de la bibliotecología local y nacional, al poner de relieve y profundizar las demandas de profesionalización y tecnificación de esas tareas. En articulación con el mundo universitario y canalizando las políticas específicas moldeadas por la UNESCO para América Latina, el CDB hizo visibles los cambios operados en el escenario bibliotecológico y la progresiva expansión del modelo de bibliotecas universitarias. Su localización en la ciudad de Bahía Blanca significó también su inserción en un mundo regional atravesado por los debates en torno a la hegemonía sobre el sudoeste bonaerense y la norpatagonia en el contexto de aplicación de las políticas desarrollistas, que fueron recuperados y sometidos a la discusión específica respecto del papel que en ello desempeñaba la producción y gestión del conocimiento. La figura del bibliotecario Nicolás Matijevic y sus prácticas, reconstruidas a través de documentos institucionales e impresos, enhebra este proceso y ofrece una puerta de entrada a un problema en el que convergen y dialogan ejes simbólicos y económicos que invitan a estudiarlos desde una historia cultural que hace foco tanto en el objeto específico, las bibliotecas, como en el marco de estrategias de control de los recursos materiales y el espacio, lo que podemos denominar historia cultural de lo económico.
Palabras clave: Bibliotecología, Historia cultural, Institucionalización, Centro de documentación, Argentina.
Scientific culture, knowledge production and regional interests: information management in the context of development policies (Bahía Blanca, 1962-1976)
Abstract: The creation of the Centro de Documentación Bibliotecológica (CDB) of the Universidad Nacional del Sur, in 1962, implied significant transformations at local and national librarianship, by highlighting and deepening the demands for professionalization and technification of those tasks. In articulation with the university world and channeling the specific policies molded by UNESCO for Latin America, the CBD made visible the changes operated in the library scene and the progressive expansion of the university library model. Its location in the city of Bahía Blanca also meant its insertion in a regional world traversed by debates about hegemony over the southwest of Buenos Aires and north Patagonia in the context of application of development policies, which were recovered and subjected to specific discussion regarding the role played by the knowledge production and management. The figure of the librarian Nicolás Matijevic and his practices, reconstructed through institutional and printed documents, threads this process and offers a gateway to a problem in which symbolic and economic axes converge and dialogue. It invites us to study them from a cultural history that makes focus both on the specific object, libraries, and on the framework of control strategies for material resources and space, which we can call cultural history of economics.
Keywords: Librarianship, Cultural History, Institutionalization, Documentation center, Argentina.
1. Introducción
Luego de la creación de la Universidad del Sur (UNS) en Bahía Blanca -provincia de Buenos Aires- en el verano de 1956, la transformación del mundo cultural de la ciudad y la región asignaron un lugar de relevancia a las tareas encomendadas a la flamante casa de estudios. Si, de una parte, su apertura había generado una situación crítica en el seno de la principal entidad de gestión intelectual de la localidad -la Asociación Bernardino Rivadavia y su biblioteca popular (ABR) (López Pascual, 2022a)- también se constata que la UNS intervino y puso en práctica estrategias de acción que conviene explorar en el interés de dar cuenta de cuáles fueron las formas de relación entre la producción de conocimiento y las problemáticas regionales. Mientras es sabido que la ciudad asumía una pretendida posición de hegemonía material y cultural sobre el territorio norpatagónico y el sudoeste de la provincia de Buenos Aires desde fines del siglo anterior (Agesta 2016a), resta explicar cómo se vehiculizó esa representación en la política cultural diseñada y sostenida por la UNS a mediados de la siguiente centuria. Estos cuestionamientos generales enmarcan un proceso extenso en el que un capítulo singular lo ocupa la disposición, gestión y circulación de libros y materiales impresos.
En efecto, el interés por consolidar colecciones bibliográficas constituía una marca de la modernización social y cultural de la sociedad civil local desde fines del siglo XIX, y la mencionada Biblioteca Rivadavia se erigía como estandarte y dispositivo de esa voluntad. La transformación de las élites que había acompañado a la consolidación de la localidad como nodo ferroportuario integrado al modelo económico agroexportador daba sustento a la cristalización de objetivos de estímulo intelectual: la creación y las primeras décadas de funcionamiento de la ABR hallaron sentido en la promoción de la cultura letrada y en la instalación del paradigma que entendía la educación formal y la adopción del gusto por la lectura como pautas de distinción y civilización (Agesta 2016a y 2016b). Aunque estas nociones se sostuvieron de manera general durante los años treinta, también se vieron afectadas por la ocurrencia de otros factores como la reactivación de los esfuerzos ciudadanos por convertir a Bahía Blanca en la “capital de la Patagonia”1 la organización de los estudios superiores y la variabilidad en las políticas de subsidios establecidas por las dependencias públicas (López Pascual, 2016, 2022b).
Este artículo explora y reconstruye algunas prácticas bibliotecológicas desde la creación y puesta en funcionamiento, en 1962, del Centro de Documentación Bibliotecológica (CDB) de la UNS y sus primeros quince años de funcionamiento buscando describir y analizar su imbricación en los procesos sociopolíticos regionales a partir de su intervención en el mundo letrado local así como su articulación al desarrollo particularizado de la cultura bibliotecaria y bibliotecológica en Argentina. En ese sentido, el texto busca aportar avances parciales en una hipótesis de mayor amplitud; en el ámbito de interacción y producción abierto por la UNS luego de su creación, los debates y acciones respecto de la representación de Bahía Blanca sobre el sudoeste bonaerense y la norpatagonia ocuparon un lugar de importancia. De esta forma, además de dotarse de la estructura departamental necesaria para dar inicio a sus actividades educativas y de investigación, la universidad participó activamente de un proceso que institucionalizó los intereses multisectoriales de injerencia regional a partir de la especificidad de la cultura científica y la producción de conocimiento. De manera concreta, se promovió la aparición de organismos e instancias que funcionaron como herramientas de gestión, organización y circulación de los saberes específicamente destinados a promover la territorialidad (Raffestin, 2019[1980]) entre los que destacaron la creación de bibliotecas y centros de documentación así como institutos y juntas de estudio, la organización de congresos y seminarios y la publicación de revistas y material impreso especializado. En distintas escalas, este fenómeno conllevó la articulación de la mentada noción centralista a las propuestas del desarrollismo tendiendo vínculos con organismos internacionales y nacionales.
Desde el punto de vista teórico metodológico, este abordaje se ubica en una perspectiva en la que necesariamente confluyen interrogantes que se originan en diversos campos de estudio y que integran aspectos cualitativos y cuantitativos. Por una parte, por la propia naturaleza del objeto, esta exploración se hace eco de la historiografía en torno a las prácticas culturales en Argentina, particularmente en lo atinente a la observación regionalizada de las universidades (Martocci & Lanzillotta, 2021), procurando contribuir a la descripción y problematización del proceso de modernización sociocultural que se planteó como meta general desde mediados de los años 50 (Giunta, 2001; Sigal, 2002; Suasnábar, 2004). Por otra parte, y en virtud de ese matiz, lo aquí observado incorpora de forma incipiente las derivas analíticas que debaten en torno al problema de la producción y gestión de los saberes, la historia de la información y del conocimiento. En ese sentido, se recuperan aquí los postulados de Alistair Black (1998) respecto del rol histórico de las bibliotecas en la configuración y legitimación del poder del Estado moderno,2 y sirven algunas de las categorías y de los conceptos mediante los que Peter Burke (2017) ha buscado delimitar la historia del conocimiento como un mundo de individuos, prácticas y representaciones con una lógica específica.
De manera general, entonces, el objetivo particular de este aporte estrecha lazos con los interrogantes historiográficos en los que se embarca la historia cultural al explicar las relaciones entre los esquemas intelectuales, las prácticas culturales y las estructuras socioeconómicas (Chartier, 1992). Es en ese sentido que nos interesa también explorar las posibilidades de elaborar -parafraseando a Sirinelli (1998)- una hipotética historia cultural de lo económico en la que cobren centralidad las acciones individuales y grupales, las ideas y estrategias de gestión de los recursos y el espacio. Esta aproximación se vincula con la economía como saber y como eje político pero atiende de manera primordial a su articulación con otras esferas -los imaginarios, lo relacional y lo simbólico- dando así prioridad a la observación de la heterogénea praxis cotidiana, los saberes no formalizados y las nociones difusas que funcionan en el tejido social y emergen e intervienen en debates de mayor escala y amplitud. En este caso particular, buscamos entender las vinculaciones entre la complejidad creciente de la cultura letrada y el arraigo regional de las expectativas instaladas por la difusión del discurso desarrollista (Campetella, 2017).
2. La gestión material: de la biblioteca al centro de documentación
Fundada en 1828 al sur de la provincia de Buenos Aires, la localidad de Bahía Blanca fue una de las protagonistas del proceso de modernización socioeconómica que caracterizó al litoral argentino desde fines del siglo XIX. En diálogo con las transformaciones materiales, la expansión de la sociedad civil condujo a la aparición de numerosas agrupaciones y organismos culturales que, por lo general, tuvieron una vida efímera. No fue este el caso, sin embargo, de la Asociación “Bernardino Rivadavia” y su Biblioteca Popular gestada por un grupo de vecinos de la ciudad en 1882 que, a pesar de las sucesivas crisis financieras que la atravesaron, construyó un espacio de accionar cultural amplio y perdurable hasta la actualidad. En efecto, su larga historia incluye numerosos momentos de inflexión y sendas etapas de crecimiento y autotransformación ligadas tanto a la complejización de su estructura institucional y su catálogo como a su articulación y participación en el proceso de profesionalización de la disciplina bibliotecológica en la provincia de Buenos Aires a través de la figura de Germán García,3 desde fines de la década de 1930 (López Pascual, 2023). En ese sentido, la existencia y la consolidación de la ABR como un centro cultural regional dialogó estrechamente con el proceso que recuperó los debates y propuestas de centralización de Bahía Blanca en el plano administrativo de la norpatagonia y funcionó, en parte, como contraparte simbólica y cultural de los argumentos en torno a la “capitalidad” de la ciudad en el territorio así como también sostuvo los pedidos y reclamos para la creación de una universidad nacional que atendiera los requerimientos formativos de la dinámica estructura socioeconómica regional.4
La efectiva creción de entidades educativas de nivel superior –el Instituto Tecnológico del Sur (ITS), en 1947, el Instituto de Profesorado, en 1950, la Universidad Obrera en 1954 y la transformación del primero en la UNS en 1956- dieron un vuelco fundamental a la escena cultural regional y, de manera singular, a la problemática de la disponibilidad, el acceso y la gestión de libros y material para el estudio y la investigación. Cualitativa y cuantitativamente, el incremento de la demanda educativa a mediados del siglo XX convergió con la expansión general de la bibliotecología especializada y, en el plano local, su correlato se dio inicialmente, en la Biblioteca Popular “Bernardino Rivadavia” y, luego, en la Biblioteca Central (BC) de la UNS, lo que muestra las sinergias producidas entre la efectiva transformación del status del profesional y la fertilidad del escenario cultural bahiense para el arraigo de estas inquietudes.
Creada a partir del repositorio de casi 7.800 piezas bibliográficas existentes en la Biblioteca del ITS, la BC debió enfrentar tempranamente el problema conceptual, técnico y financiero de su estatuto como biblioteca universitaria. Lo que constituía un debate en el seno de los estudios bibliotecológicos (Planas, 2019) asumió características visibles en la escala local en tanto debieron encararse soluciones técnicas y materiales a los requisitos que implicaba responder al desafío de la flamante casa de estudios.
Durante la primera década de trabajo y bajo la dirección del croata naturalizado argentino Nicolás Matijevic (1910-1980),5 la Central concibió sus funciones como las de un “Departamento de Bibliotecas” ya que amén de sus servicios propios -la gestión de un acervo que creció notablemente (Figura 1)-, coordinaba y supervisaba las adquisiciones bibliográficas, centralizando y unificando la técnica organizativa de todos los fondos bibliográficos de la entidad educativa (Universidad Nacional del Sur, 1966, p. 81).
La universidad fue el escenario regional en el que se produjo la creciente especialización de repositorios y sistemas de organización de la información toda vez que la estructura departamental elegida para la consecución de su materialidad involucraba el desarrollo de actividades de investigación en institutos, lo que promovió también la creación de bibliotecas y hemerotecas especializadas para el trabajo científico. Fue así que entre fines de la década de 1950 y mediados de la siguiente se conformaron cinco de ellas asociadas a los mentados organismos -Humanidades (Esnaola & Martin, 2022), Economía, Edafología e Hidrología, Ingeniería y Matemática-, cuya catalogación y funcionamiento técnico fue controlado y centralizado por la BC. Asimismo, la BC organizó y gestionó dos hemerotecas especializadas: la de revistas técnicas y la de humanidades, cuya división respondía a concepciones concretas sobre la naturaleza del conocimiento. Mientras la primera – “el mayor potencial documental y de mayor valor material” (Universidad Nacional del Sur, 1966, p. 82) con que contaba la biblioteca- estaba conformada por colecciones de publicaciones periódicas relativas al campo de “la ciencia y la técnica” con especial representación de la química, la segunda no configuraba un repositorio tan vasto frente a las más de 100 colecciones de revistas que albergaba la biblioteca del Instituto de Humanidades.
Simultáneamente, la BC asignó recursos y energías a la institucionalización del propio saber disciplinar: a la edición del Boletín bibliográfico desde 1957 y a la organización del curso elemental para la formación de bibliotecarios en 1961,6 le siguió la creación del CDB de la UNS, en 1962, que siguió los lineamientos acordados en el Seminario Regional sobre el Desarrollo de las Bibliotecas Universitarias en América Latina, acaecido en Mendoza en septiembre de ese año. Con Germán García y Matijevic entre los más de 90 participantes activos, ese encuentro retomó e impulsó las inquietudes demostradas por la UNESCO en lo referente al crecimiento de las bibliotecas mediante reuniones y congresos.7 En ese sentido, la organización del Seminario se orientó a estudiar las medidas necesarias para
lograr el desarrollo acelerado y adecuado de las bibliotecas universitarias de la América Latina, ya que de los medios y de la eficiente organización de las bibliotecas universitarias dependen el valor y los frutos de la enseñanza universitaria, la cual determina a su vez, el nivel científico y técnico de la nación con sus inmediatas consecuencias: la paz, la prosperidad y el alza del nivel económico. (Boletín de la UNESCO para las Bibliotecas, 1963, p. 3).
Asimismo, como dejaron expuesto en sus publicaciones, la motivación se hizo eco del programa de la Alianza para el Progreso, aprobado por el Consejo Interamericano Económico y Social de la Organización de Estados Americanos durante la Conferencia realizada en Punta del Este un año antes (Boletín de la UNESCO para las Bibliotecas, 1963, p. 3). El núcleo de reflexiones y estudios que allí se condujeron dieron la base a una extensa serie de recomendaciones que tenían como finalidad la expansión de las bibliotecas universitarias tanto como la consolidación y el crecimiento de la figura profesionalizada de los bibliotecarios mediante la noción central del “planeamiento”. Asociada en general con las elaboraciones intelectuales del desarrollismo, la idea asumió especificidad en lo atinente a las tareas educativas y la modernización socioeconómica por cuanto establecía la centralidad y relevancia de la gestión de la información en los procesos de capacitación y actualización de los profesionales y técnicos de la futura década (Boletín de la UNESCO para las Bibliotecas, 1963, p. 8). El análisis de los recursos y necesidades de las bibliotecas latinoamericanas, realizado a través de una extensa encuesta previa, sostuvo un gran número de postulados y sugerencias que buscaban dar solución a lo que se entendía como un estado deficitario. Entre ellos se destacaron la cuestión presupuestaria, la conformación y articulación institucional de los repositorios y la formación mínima requerida por quienes en ellas se desempeñaran.
Este último punto fue, en verdad, uno de los más extensos y permite entender cabalmente el proceso regional específico que nos ocupa. Frente a los disímiles niveles de conocimiento bibliotecológico detentados por los directivos de las bibliotecas universitarias existentes, el Seminario insistió en fortalecer todos los aspectos relativos a la formalización y sistematicidad de esos saberes: incorporación de las escuelas de bibliotecología a la órbita académica superior, promoción de cursos de especialización para graduados, equiparación entre las condiciones de contratación de bibliotecarios y profesores con dedicación exclusiva y, explícitamente, la creación de centros de documentación bibliotecológica como “complementos de la enseñanza de la bibliotecología y de la documentación” (Boletín de la UNESCO para las Bibliotecas, 1963, p. 17), propuesta por Matijevic.
Efectivamente, a tan sólo dos meses del Seminario de Mendoza, la iniciativa de crear el Centro de Documentación Bibliotecológica en la Biblioteca Central de la UNS fue ratificada por el Consejo Universitario, mediante resolución del rectorado, y surgió del reconocimiento de su inexistencia en el país así como de la “imperiosa necesidad de organizar en el plano nacional la documentación bibliotecológica y de sentar en el orden regional una base firme para el desarrollo futuro tanto de la enseñanza como de la investigación bibliotecológica” (Matijevic, 1967a, p. 1). Como se observa, la propuesta buscaba atender a problemáticas que se daban en dos escalas de acción: el desarrollo de la disciplina bibliotecológica en la Argentina y, en simultáneo, la urgencia por equipar y consolidar el repositorio que la flamante UNS requería para dar cumplimiento a sus metas culturales y educativas. Tres fueron las circunstancias que Matijevic reconoció como gravitantes en la concreción del CDB. En primer lugar, el hecho de que Bahía Blanca fuera “el centro de una amplia zona de influencia del sur bonaerense y la puerta de la extensa Patagonia” (Matijevic, 1967a, p. 1); en segundo lugar, la inexistencia de escuelas de formación de bibliotecarios en esa región. La tercera, en tanto, parece más determinante en términos financieros: la recepción de un fondo de 25.000 dólares donados por la Fundación Ford para la puesta en marcha de la entidad (Matijevic, 1967a, p.1) posibilitó organizar un programa de trabajos permanentes en el mediano y largo plazo. De esta forma, entonces, las prácticas de las escalas local y nacional también se alineaban a las políticas de estímulo económico orientadas al desarrollo de los países latinoamericanos.8 Planteadas en el contexto del recrudecimiento de la llamada Guerra Fría, estos vínculos y percepciones parecen haber generado malestar entre el alumnado, que denunciaba la presencia “imperialista” en el seno de la universidad advirtiendo así el cariz político e ideológico de estas donaciones.9
Más allá de los cuestionamientos, el Centro proyectó organizar una biblioteca y una hemeroteca especializadas en problemáticas bibliotecológicas; cinco años después, el catálogo contaba con más de 700 volúmenes, a los que se sumaron los 400 adquiridos al bibliotecólogo argentino Alfredo Cónsole, y 60 títulos de revistas internacionales de bibliotecología y documentación. Además, en tanto su principal propósito era “servir como complemento a la enseñanza y difusión de la bibliografía bibliotecológica”, ofrecía servicios de reprografía de documentación y material de lectura.
El emprendimiento, asimismo, implicó el establecimiento de parámetros y definiciones acerca de a quiénes se orientaba y, en ese sentido, cuál era la meta de un centro de documentación. Respecto de su público, que vaticinaban nacional y latinoamericano, se esperaba recibir a los agentes burocráticos de la enseñanza bibliotecológica, a los bibliotecarios en servicio en repositorios académicos y especializados y a los docentes y estudiantes de bibliotecología. Esto definía un campo amplio de acción orientado a la difusión de buenas prácticas de manejo de documentación así como a la inserción y consolidación de estos saberes dentro del escenario profesionalizado de la formación de técnicos y científicos en universidades.
La vinculación con organismos nacionales e internacionales se proyectaba como un deber fundamental del Centro en tanto sus gestores sostenían la novedad y unicidad del modelo institucional así como su carácter progresista y “de avanzada”. En ese sentido, Matijevic declaró como objetivo explícito la articulación con el flamante Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), la Federación Internacional de Documentación/Comisión Latinoamericana (FID/CLA), el Centro Regional de la Unesco para el Hemisferio Occidental de la Habana, el Centro de Cooperación Científica y la Unesco para América Latina de Montevideo y el Instituto Brasileiro de Bibliografía e Documentação de Río de Janeiro (Matijevic, 1963a, p. 12).
Esta demarcación de los objetivos generales de la entidad condujo a la definición de otros, específicos y concretos, que se concentraban en la organización de material bibliográfico relevante, su difusión mediante publicaciones y enseñanza y la conformación de un entramado denso de relaciones interinstitucionales que sostuviera la enseñanza de la bibliotecología “moderna”:
La determinación de una política amplia de recopilación significó la incorporación y catalogación de fondos heterogéneos que incluyeron tanto colecciones de libros y revistas sobre bibliotecología como legislación sobre bibliotecas y asociaciones profesionales, planes de estudios, memorias, balances y estadísticas de consultas, préstamos y devoluciones. Fue en esta línea que la labor de Matijevic inició y sostuvo un gran programa de producción y publicación de conocimiento disciplinar que se prolongó por más de una década y que, según afirma Laura de Oliveira (2022), se articuló directamente con el desarrollo del programa norteamericano Franklin Books.10 Ya desde su fundación, el CDB prometió compilar y editar obras de bibliografía bibliotecológica argentina retrospectiva y corriente, lo que significó la aparición asidua de materiales que se insertaban en la producción argentina y latinoamericana, remarcando el aspecto técnico especializado de la disciplina y su desarrollo en casas de altos estudios.
Además de conformar un inventario colectivo de las publicaciones existentes en las principales bibliotecas del país, durante los años sesenta y setenta, la BC editó frecuentemente las guías y catálogos producidos por Matijevic: la edición preliminar de Bibliografía bibliotecológica Argentina en 1963 (Matijevic, 1963b), Quién es quién en la bibliotecología argentina en 1965, Sociología de las bibliotecas públicas (Matijevic, 1967b) y Guía de bibliotecas universitarias argentinas (Matijevic, 1970b) e Integración bibliotecológica latinoamericana. (Sus perspectivas en los umbrales del siglo XXI) en 1974. Desde 1972, asimismo, emitió la revista Documentación bibliotecológica en la que compilaba anualmente artículos redactados por los principales expertos del país junto con otros ofrecidos por los referentes locales de la BC, dando publicidad de esta forma a las tareas del CDB. Fue también en este marco que la UNS y su BC produjeron y dieron a conocer en 1969 la Bibliografía bibliotecológica argentina(hasta 1967) prologada por Josefa Sabor, obra que, tal ha señalado Javier A. Planas (2019), estableció un clivaje en el decurso de la disciplina que confirmaba así su disposición cientificista estableciendo un diálogo directo con el proceso general de la bibliotecología latinoamericana.
En este mismo sentido, Matijevic participó de la creación de la Junta de Bibliotecas Universitarias Argentinas (JUBIUNA) -materializada en 1963 siguiendo lo acordado en el Seminario Regional de Mendoza-, y de la VII reunión de la comisión latinoamericana de la Federación internacional de documentación, que tuvo lugar en México en 1967, a la vez que Bahía Blanca fue la sede de la Sexta Reunión Nacional de la Asociación de Bibliotecarios Graduados de la República Argentina,11 en septiembre de 1968 (ABGRA, 1968). Estos últimos encuentros invitaban a la participación de bibliotecarios argentinos -graduados o no, asociados o no- y se destinaban a tratar y discutir temáticas afines de manera amplia y “abierta”.
Si los desarrollados hasta entonces habían sido organizados y realizados en el área capitalina de Buenos Aires y La Plata, la proyección de esa asociación hacia el interior del país fue experimentada como una “distinción” de la que se hacían acreedoras Mendoza, en 1967, y el CDB en Bahía Blanca al año siguiente. Entre los factores ponderados para la elección de la ciudad como sede del Congreso estuvo el hecho de que “en Bahía Blanca existiese un grupo bibliotecario de reconocida valía y extensa y meritoria actuación profesional”; ello, declararon, inclinó la “balanza sobre la Universidad Nacional del Sur” (ABGRA, 1968, p. 7, citado en Sexta Reunión…, p. 2). La existencia del CDB, “primero en su género no sólo en el país sino también en Sudamérica” (ABGRA, 1968, p. 2), configuró una variable de peso en la valoración otorgada por el organismo profesional como también lo fueron las bibliotecas populares de la ciudad y su “zona de influencia” entre las que se destacaron la ya mencionada Biblioteca “Bernardino Rivadavia” junto con las de localidades vecinas como Tornquist y Cabildo.
Debe señalarse también el hecho histórico coincidente de la preocupación nacional por el desarrollo de la Patagonia. Bahía Blanca es nombrada muchas veces como la capital del Sur Argentino, verdadera “puerta de la Patagonia”, como se ha dado en llamarla. Un aval más para elegir la gran ciudad del sur. Además la Biblioteca Central de la UNS y su Centro de Documentación Bibliotecológica, son una real avanzada para el Sur del país (ABGRA, 1968, p. 7, citado en Sexta Reunión…, p. 2).
Como se manifestó, la consolidación de la bibliotecología profesional no constituyó el único argumento sino que también lo fue la propia evolución y situación de la ciudad en el contexto nacional. En ese sentido, la localización del congreso se sostuvo a partir del recurso a la ya tradicional caracterización de la localidad como “capital del sur” y “puerta de la Patagonia” (López Pascual, 2016) articulando los epítetos a las más recientes determinaciones en materia de política económica. El Sistema Nacional de Planeamiento y Acción para el Desarrollo esbozado en 1966 por el gobierno de facto de la autodenominada Revolución Argentina establecía en Bahía Blanca uno de los nodos dentro de su sistema de desarrollo regional.12 Así, el núcleo ferroportuario, su ubicación geográfica y su efectivo accionar como punto de intercambio comercial, financiero y de servicios le adjudicaron el papel de “polo de desarrollo” de la región Comahue y, simultáneamente, “polo de crecimiento” de la provincia de Buenos Aires. En la mirada de la ABGRA, las tareas de la BC y su CDB se alineaban estrechamente con esta conceptualización política y sus consideraciones respecto de la ciudad: el trabajo de Matijevic y la UNS respecto de la recopilación y gestión bibliográfica conformaban una “real avanzada para el sur del país”.
El problema del “desarrollo” se instaló claramente en el escenario bibliotecario en tanto la Octava Reunión Nacional de Bibliotecarios, acaecida en San Miguel del Tucumán en septiembre de 1970, tuvo por eje de discusión “Bases para un sistema argentino de servicios bibliotecarios y de información en función del desarrollo nacional” y convocó al envío de trabajos de acuerdo a la distribución geográfica del Consejo Nacional de Desarrollo con el objetivo de que “los representantes de las distintas zonas pudieran opinar con más conocimiento sobre el potencial de documentación” (Carnevali, 1971, p. 76). La BC y el CDB actuaron allí como delegados del “sub-sistema Comahue y Patagonia” en tanto consideraban ser su “cabeza”, evidenciando así su autorrepresentación jerarquizada. Según sus declaraciones y esquemas, en el terreno considerado –“zona de influencia” de Bahía Blanca- actuaban “más de medio centenar de bibliotecas, dotadas de alrededor de 500.000 volúmenes” (Carnevali, 1971, p. 78) que atendían a la población de 1.200.000 habitantes de las dos regiones. Como se observa en la representación gráfica (Figuras 2 y 3), la acción del Centro se concebía estrechamente vinculada a una dispersión geográfica que seguía las nociones geopolíticas preexistentes a la vez que perseguía la profesionalización del “elemento humano del sistema” mediante el dictado de Cursos Audiovisuales de Bibliotecología auspiciados por la UNESCO,13 y destinados a los encargados de las bibliotecas públicas de esos territorios promoviendo así su integración al “sistema nacional de servicios” a través de la “normalización técnica de los distintos procesos que permita la compatibilidad” (Carnevali, 1971, p. 76). En 1972, este accionar se vería legitimado y validado por la realización de la 13º Reunión de Trabajo de la JUBIUNA en la ciudad (Documentación bibliotecológica, 1976, p. 55).
3. El problema de la Patagonia: producción de conocimiento y de territorialidad
En dependencia directa del rectorado universitario, la BC acompañó progresivamente las metas de proyección territorial establecidas por la casa de altos estudios en acuerdo con las representaciones y prácticas políticas sostenidas por la ciudadanía desde fines del siglo XIX. En el CDB se generó y promovió la circulación de conocimientos profesionalizados que no sólo buscaban colaborar en la consolidación del campo bibliotecológico en la escala nacional sino que, cada vez con más énfasis, asumían la planificación centralista que Bahía Blanca buscaba ejercer sobre la región patagónica mediante la recuperación de la “documentación bibliográfica sobre el Sur argentino” (Matijevic, 1975, p. 57). En efecto, la expansión disciplinar asumió y canalizó una parte de las expectativas ciudadanas que habían presionado por años para la creación de la UNS en Bahía Blanca y promovió un accionar institucional que recuperaba manifestaciones localistas que databan de varias décadas.
En 1968, la UNS estimuló la realización de un homenaje a la obra del ingeniero Domingo Pronsato,14 principal motorizador de las propuestas de capitalización y de articulación infraestructural de Bahía Blanca con los territorios patagónicos15 considerando que, tal lo expresara la Comisión de Homenaje,
la Universidad Nacional del Sur tiene como uno de sus relevantes objetivos el aproximarse a los grandes problemas de su medio y que una forma elevada de hacerlo es distinguir a quienes vertieron, con patriotismo, todos sus esfuerzos a favor del conocimiento de la realidad regional, a través de toda una existencia volcada al mejoramiento de la comunidad (Universidad Nacional del Sur (1968). Expediente B-2733/1968).
El acto de reconocimiento involucró tres instancias de diversa significación para nuestra investigación. En primer lugar, se planeó la realización de un evento de distinción personal y entrega de presentes al homenajeado; en segundo lugar, se recomendó y aprobó la publicación de su obra El desafío de la Patagonia con fondos de la universidad. Por último, se estableció la creación de una “Sección Patagónica Ingeniero Domingo Pronsato” en la Biblioteca Central para lo cual se requirió a Pronsato la donación de material documental, bibliográfico y pictórico. Aunque todas ellas colaboraron en la construcción de la compleja representación relacional que vinculaba al artista ingeniero con el rol hegemónico de Bahía Blanca en la zona sureña, fueron las últimas dos las que se articularon explícitamente con el problema que nos ocupa.
En efecto, a partir de agosto de 1968 la BC integró la donación de un reducido material impreso y óleos cedidos Pronsato. Sobre esa base, y con la selección de otro centenar de volúmenes que se sumaron al “escaso” cúmulo inicial,16 creó la Sección Patagónica homónima dentro de la institución “para que los futuros investigadores de la problemática patagónica tuvieran un sólido respaldo y asesoramiento de material e información bibliográfica” (Matijevic, 1976, p. 1). Esto significó modificaciones en el programa de adquisiciones futuras de la biblioteca, en tanto el tópico de la Patagonia y su desarrollo, comenzó a ser considerado un rubro a ampliar.
La edición de El desafío de la Patagonia, en tanto, fue una estrategia simbólica a la vez que material. De una parte, en virtud de considerarla su obra de mayor profundidad y sapiencia y por entenderla valiosa para el conocimiento de la región sureña, la Universidad decidió la publicación de un millar de ejemplares. Las gestiones del propio Pronsato frente al poder ejecutivo nacional y provincial y las mediaciones de la Corporación del Comercio y de la Industria de Bahía Blanca (CCI) permitieron triplicar esa suma por la percepción de subsidios específicos. Fuera de los volúmenes de cortesía que fueron repartidos, la UNS y la CCI establecieron un contrato que otorgaba los derechos de venta y distribución de los volúmenes a la segunda. En él se estipulaba, también, que ante la renuncia del autor a los derechos de comercialización de su obra, lo recaudado debía dividirse en partes iguales entre la Sala Patagónica de la BC y el Departamento Regional de Economía y Turismo -perteneciente a la Corporación-, que Pronsato presidía honorariamente (Universidad Nacional del Sur (1968). Expediente B-2733/1968, f. 53). Aunque no es posible reconstruir la efectiva circulación económica producida por el hecho editorial, el plan resulta significativo en tanto se concibió como una forma de proveer de ingresos pecuniarios a la BC y, en definitiva, al repositorio temático que albergaba.
No fue esa, sin embargo, la única vía institucional de expansión de la Sala. También en 1969, el rectorado de la UNS dispuso y reglamentó la creación del Instituto Interdisciplinario de Estudios Patagónicos y Antárticos bajo una extensa serie de considerandos organizados por la premisa de contribuir “a un mejor conocimiento de la zona patagónica y antártica, al centrar su labor en estudios regionales de zonas con características peculiares” (Universidad Nacional del Sur (1969). Resolución CSU 128/69, s/f). El estímulo a la investigación y la producción de saberes tenía entre sus objetivos la recopilación de documentación y monografías que serían destinadas a la mencionada Sala a la vez que se orientaban a dar sustento científico y técnico a la explotación económica de los recursos naturales:
la única posibilidad de obtener el desarrollo de esa amplia zona del territorio nacional es mediante la radicación de industrias, lo que exige el estudio de los elementos básicos requeridos para ello, tales como investigación de mercado, establecimiento de costos, relaciones humanas, estudios de factibilidad, etc. (Universidad Nacional del Sur (1969). Resolución CSU 128/69, s/f).
La UNS asumía ese rol, en concreto, por adscribir a la “circunstancia geográfica” que la signaba -“la Patagonia y el Mar”- y entendía posible su cumplimiento, en parte, por la disponibilidad del material bibliográfico que integraba la Sección Patagónica (Universidad Nacional del Sur (1969). Resolución CSU 128/69, s/f).
Aunque la reconstrucción del itinerario de este Instituto requiere de un trabajo más pormenorizado, es posible constatar que la expansión de la Sala Patagónica tuvo lugar en tanto hacia 1970 su repositorio se había quintuplicado (Documentación bibliotecológica, 1970, p. 56). En 1973, el crecimiento de la colección y la magnitud de la infraestructura y el personal disponibles en la Sección condujeron a la inauguración del Centro de Documentación Patagónica (CDP) (Resolución Nº 799, 1973, citado en Matijevic 1976) y su traslado al Departamento de Ciencias Sociales de la UNS tres años después (Resolución Número I.0591), consolidando de esa forma una perspectiva concreta en la tarea bibliotecológica que ponía de manifiesto el acuerdo institucional con el horizonte de intervención territorial sostenido en la ciudad (Matijevic, 1976, p. 2). Al entender de sus gestores, el centro asumía sus funciones en una escala nacional:
Se hace cada vez más imperiosa la necesidad de información y de asistencia bibliográfica para el mejor cumplimiento del vasto programa de transformaciones y desarrollo a nivel nacional en la Patagonia y Tierras Australes.
Se acrecienta constantemente el interés científico y cultural, con que siempre ha atraído a estudiosos del país y del extranjero esta región de enorme extensión, con un extraordinario potencial de recursos naturales, de su suelo casi virgen y de riquezas de sus plataformas marinas, reservas vitales para un próspero futuro de la Nación en el mundo actual, caracterizado por la explosión demográfica y el agotamiento de productos naturales.
La información bibliográfica sobre Patagonia y Tierras Australes, resulta hasta ahora sumamente deficitaria por la dispersión de repositorios bibliográficos patagónicos en diversas partes del país, muy incompletos individualmente y la mayoría en manos de particulares. (Matijevic, 1976, p. 2).
De esa forma, el CDP se autoimpuso el objetivo de compilar, centralizar y sistematizar la bibliografía de referencia para su aprovechamiento “exhaustivo” y “dinámico” por parte de los interesados en Argentina y en el extranjero, en tanto manifestaban mantener contactos con investigadores locales y de otros países. Su biblioteca especializada buscaba contemplar los campos científicos y culturales de las provincias patagónicas, el territorio de Tierra del Fuego, la Antártida y las islas Malvinas a partir de la concentración de obras antiguas, cuadernos de cronistas y viajeros, colecciones enciclopédicas, monografías y material de publicación periódica. Hacia 1976, asimismo, se planificó la incorporación de una sección de archivo en el que pudiera consultarse documentación inédita, registros legislativos de las provincias involucradas y material censal, estadístico y cartográfico (Matijevic, 1976, p. 3).
En efecto, el cumplimiento de esas metas significó la producción y publicación de conocimiento bibliotecológico específico que articulaba el desarrollo disciplinar con las prácticas de proyección política. Además de la revista Patagonia documental, editada desde 1974, Matjevic y su esposa Olga Hecimovic publicaron extensas recopilaciones bibliográficas enteramente consagradas al problema sureño: Bibliografía patagónica y de las tierras australes en 1973, Bibliografía sobre el Canal de Beagle y Bibliografía sobre la Conquista del Desierto en 1979, que se sumaron a la Guía de las Bibliotecas Patagónicas aparecida en 1970.
Ya en el prólogo de esta última, y con anterioridad a la efectivización del CDP, Matijevic ponía de manifiesto la concepción relacional entre información, extensión bibliotecaria y territorio que daba sustento a la labor concreta del CDB sobre la región sureña:
… se tuvo presente en primer lugar la función que han de cumplir las bibliotecas de toda índole en ese rico y dilatado territorio, como núcleos de propagación de las iniciativas culturales y científicas. Para que tan importante papel pueda ser cumplido con la máxima efectividad, será necesario adquirir un pleno conocimiento de las condiciones en que actualmente trabajan y de las posibilidades de intensificar su acción.
Por otra parte, los beneficios que resulten de este acercamiento cultural entre nuestra Universidad y las bibliotecas patagónicas han de alcanzar también a todos los estudiosos de nuestro país (Matijevic, 1970, prólogo, s/p).
En la búsqueda de una vinculación “regular y estrecha”, el CDB realizó un censo del potencial bibliográfico y humano sobre las bibliotecas de la zona patagónica del que resultó un breve estudio estadístico incluido en la mencionada Guía. En él se concluyó que sobre un total de 42 entidades dispersas entre el sur de la provincia de Buenos Aires, La Pampa, Río Negro, Chubut y Santa Cruz, 18 disponían de edificio propio, 13 contaban con el apoyo de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares y 39 ofrecían formación técnica. El volumen de obras reunidas en total superaba los 200.000 ejemplares y una treintena de ellas disponían de personal involucrado en sus tareas (Matijevic, 1970, s/p). La utilidad de estos datos también se entendía en términos relacionales: un mayor conocimiento y conciencia de este movimiento institucional serviría al “desarrollo de la Patagonia” (Matijevic, 1970, s/p).
La creación del CDP y su traslado a la órbita del Departamento de Ciencias Sociales ratificó esta impronta vincular e insistió en la necesidad de producir conocimiento bibliotecológico como estrategia cultural destinada al crecimiento socioeconómico sureño. En ese marco, Matijevic planificó la gran empresa de la Bibliografía patagónica y de las tierras australes, proyectada en seis tomos a partir de una recopilación de 20.000 referencias bibliográficas divididas en historia, geografía, aborígenes, botánica y zoología, geología y paleontología y recursos naturales, de los que sólo los dos primeros vieron la luz, en 1973 y en 1978 respectivamente. En el primer caso se trató de la presentación de unas 2500 fichas clasificadas bajo los ítems arqueología, arte rupestre, cronistas y viajeros, mitología y leyenda, historia, cuestiones de límites argentino-chilenas. El segundo constó de un número aún mayor de catalogaciones y fue financiado por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Nación y los gobiernos provinciales de Santa Cruz, Neuquén, Río Negro y Tierra del Fuego, lo que claramente funcionó como respaldo a la iniciativa editorial. Las palabras iniciales de Pedro Morán Obiol, director del Departamento de Ciencias Sociales, nuclearon todos estos sentidos. En primer lugar, la concentración de referencias bibliográficas revestía importancia económica en tanto brindaba herramientas de planificación para la explotación de los recursos “vírgenes” que asegurarían la “prosperidad” del país en el contexto internacional.
Existe un vasto acervo bibliográfico sobre nuestra Patagonia y Tierras Australes y un absorbente interés por este extenso territorio nacional y sus dilatadas costas, el extraordinario potencial de recursos naturales de su suelo casi virgen y la riqueza de sus plataformas marinas, por tratarse de reservas vitales para un futuro próspero de la Nación en el mundo actual, caracterizado por la explosión demográfica y el agotamiento de productos naturales (Morán Obiol, 1978, p. IX)
En ese sentido, la UNS “por su ubicación geográfica en la ciudad considerada umbral de la región patagónica” asumía el compromiso científico y cultural con “su medio” formando egresados que actuaran como profesionales y técnicos en distintos proyectos de desarrollo de las provincias patagónicas.
Todas esas iniciativas para un integral y auspicioso aprovechamiento necesitan la base de una infraestructura bibliográfica relativa a la Patagonia y Tierras Australes para satisfacer cabalmente las exigencias de la investigación científica y socioeconómica de la región mencionada.
La UNS asumió la tarea de recopilación bibliográfica por intermedio del Centro de Documentación Patagónica, dependiente del Departamento de Ciencias Sociales, para rescatar y difundir estos enormes caudales bibliográficos, a menudo desconocidos o al menos inadvertidos, para el desarrollo cultural y científico del Sur argentino (Morán Obiol, 1978, p. ix).
El eje de la producción económica resultaba evidente en la valoración de la cultura letrada que, a través de su gestión tecnificada, reconocía e incorporaba las metas de “progreso” ubicando a la Patagonia en un rol particularmente relevante por la “tangente actualidad y disputa” de la problemática espacial de la “Argentina marítima” (Matijevic, 1979b, p. 1). En la coyuntura precisa de la controversia en torno a los límites australes de las soberanías argentina y chilena, la UNS hacía suyas estas premisas y las aunaba a la representación centralista local mediante la cual buscaba ocupar un rol de hegemonía sobre el territorio norpatagónico.
En términos cualitativos, entonces, el mundo bibliotecario local asumió matices a la vez que crecía su participación en el ámbito nacional especializado. La figura de Matijevic y sus contactos, articulados a la infraestructura y al organigrama de la Universidad, promovieron el desarrollo de formas, prácticas y teoría bibliotecológica tecnificadas como saberes fundamentales para el crecimiento material regional. En el debate en torno a las políticas públicas y de organización de la cultura, esto supuso la transición entre modelos de gestión de la información y el conocimiento, en tanto se hizo visible la expansión y crecimiento de las bibliotecas universitarias frente a las dificultades para implementar bibliotecas públicas sostenidas por el Estado.
Consideraciones finales
Las preguntas en torno a la relación entre lo simbólico y lo material hilan buena parte de los cuestionamientos historiográficos de las últimas décadas, particularmente si se toma en consideración la incidencia del giro cultural en la producción académica reciente. Es en ese sentido que este texto presenta un primer abordaje a un tema en el que convergen los interrogantes acerca de la producción del conocimiento, la política pública y los intereses regionales específicos del sudoeste bonaerense aventurando, para ello, una perspectiva histórica cultural sobre lo económico que busca dar cuenta de los vínculos entre la complejización de la cultura letrada y la instalación del paradigma desarrollista en Bahía Blanca durante los años sesenta.
La reconstrucción y el análisis de la apertura del CDB de la UNS ofrece un objeto de estudio intrínsecamente multiescalar en el que confluyen las tensiones y acuerdos dentro del campo disciplinar de la bibliotecología nacional y latinoamericana, la articulación entre la modernización científica y técnica, la voluntad de consolidar un modelo económico basado en la noción del “desarrollo” y los anhelos políticos de una sociedad civil con una prolongada actividad de organización local. En ese marco, la creación de la UNS abrió un espacio de trabajo cultural marcado por la impronta académica y orientado a la producción de conocimiento relevante para el “sur argentino” lo que, en términos operativos, transformó las condiciones de funcionamiento de las instituciones culturales locales impulsando la aparición de nuevas prácticas de mayor especificidad y profesionalización. Uno de los aspectos más destacables del fenómeno fue, en efecto, el crecimiento de la demanda de información, libros y documentos lo que condujo a la estructuración de nuevas bibliotecas y centros de documentación que adoptaron el modelo universitario.
Ese proceso singular de institucionalización, del que participó el CDB junto a otras entidades, no puede explicarse si no es en su diálogo íntimo con las otras dimensiones que le aportaron su complejidad. Por una parte, la creación del centro dentro de la BC de la UNS se derivó de la pregnancia que tuvo en Bahía Blanca el fenómeno de profesionalización intensiva del conocimiento y la tarea bibliotecológica a partir de los años cuarenta y cincuenta. Aquí, la figura de Germán García y la Biblioteca Popular “Bernardino Rivadavia” aportaron las bases fundamentales para el crecimiento cualitativo de la ocupación bibliotecológica en la ciudad y su inserción en el circuito de individuos, entes e instancias estatales de debate al respecto. Este aspecto individual, en verdad, pareció pervivir como elemento de peso dentro del proceso analizado por cuanto, en las décadas analizadas, fue el accionar singular de Nicolás Matijevic el que motorizó las iniciativas que condujeron a la organización de “centros de documentación”.
Por otra parte, la adopción de este modelo institucional respondió a la participación directa del bibliotecario croata en los debates amplios que al respecto se produjeron en la escala latinoamericana como efecto de las estrategias culturales propias del bloque occidental en el contexto de la Guerra Fría. La incidencia de la UNESCO y su política educativa estimularon los congresos, encuentros e intercambios que dieron sustento a la definición colectiva de los fines y prácticas de la “biblioteca universitaria” y el “centro de documentación” ligándolo, no sólo a la capacidad productiva de las naciones sino, particularmente, a la eficacia de las políticas sustentadas en el problema del “desarrollo”. En este sentido, el lazo estrecho entre la creación del CDB y la financiación provista a la UNS por la Fundación Ford brindó las condiciones de posibilidad material tanto como tiñó ideológicamente su origen.
Finalmente, este devenir influyó fundamentalmente en la forma en la que los tradicionales intereses regionales respecto de la Patagonia sostenidos por la ciudadanía local hallaron lugar y cumplieron un papel concreto en el desprendimiento del CDP. La preocupación por la gestión de la información se volvió una variable central dentro de la efectiva producción de conocimientos y saberes universitarios, científicos, que validaran la pretendida posición de hegemonía de Bahía Blanca sobre lo que entendía como su “zona de influencia” y, simultáneamente, fortalecieran mediante recursos académicos las relaciones preexistentes de la localidad con ese espacio, colaborando así en la problemática configuración de su territorialidad. En el escenario político económico que calificó a la ciudad como “polo de desarrollo” y luego de la efectiva provincialización de los Territorios Nacionales sobre los que se proyectaba, la producción de conocimiento y documentación bibliotecológica constituyó uno de los elementos en la expansión de la cultura científica vinculada a la región ofreciendo así un nuevo argumento que justificaba la pretendida jerarquía bahiense.
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Notas
Recepción: 02 Julio 2023
Aprobación: 24 Noviembre 2023
Publicación: 01 Abril 2024